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lunes, 16 de octubre de 2023

Bajo el Perpetuo Socorro de María

 La mano de Dios y el poder de la oración se nos hacen presentes en lo pequeño y en lo grande. Podemos verlo o no, podemos ser conscientes o no pero el poder de la oración, la mano de Dios y el Perpetuo Socorro de María nos acompañan siempre de manera tan gratuita e incansable como la acción de nuestros Ángeles de la Guarda individuales y personales. Estamos permanentemente bajo la atenta mirada del Todomisericordioso

Este fin de semana mi hija mayor estaba disfrutando en el campo con un amplio grupo de amigos, jóvenes sensatos, formados e íntegros; todos ellos. Celebraban el 18 cumpleaños de quien, junto a sus padres, los acogía. Una chica que es una hija más para nosotros, "la número 3".

María y yo acabábamos de llegar a casa tras la misa de una y aperitivo. Mientras comenzaba a preparar la comida consulté el móvil y vi que tenía una llamada perdida, la devolví y al otro lado del teléfono, la madre de "número 3" me comunicó rota de dolor y preocupación que varios de los chicos habían sufrido un accidente conduciendo dentro de la finca; nos quiso tranquilizar, pude hablar con Toya y, tras descargar a nuestra amiga de lo que era sin dudas una responsabilidad inexistente nos pusimos en marcha camino de un hospital de Albacete.

Recé y llamamos a unos contraparientes del lugar quienes de manera inmediata pusieron todo su corazón, esfuerzo, contactos y presencia al servicio de unos desconocidos que son los amigos de Toya, tanto como de mi propia hija. Iban acutando y nos iban tranquilizando y nosotros procuramos ir retransmitiendo la información que nos daban. Impagable su gran corazón. Dolores, Manuela y Pedro. Simplemente esos nombres que ayer se acercaron a un lugar preferente en la Mesa del Padre cuando llegue el momento. No tengo palabras suficientes para tanto agradecimiento. Más allá de un sentimiento de familia fueron un bálsamo también para todos los demás.

Llegar y abrazar al padre comprendiendo, poniéndome en su lugar. Gracias a Dios, pronto pudimos comprobar que todos movían los miembros y estaban razonablemente bien para lo que podía haber sucedido. Hoy sólo quedan dos ingresados un chico y una chica; rezad por los dos. Preservo nombres, que son lo de menos. Su intimidad es suya. Pero mío el orgullo infinito que sentí cuando nos dejaron entrar a verlos; orgullo por todos ellos. No pude sino íntimamente dar gracias a Dios. La imagen era impactante por la unión, el cariño y la serenidad que mostraba de esas grandes personas. Lo de ayer, sea lo que sea lo que depare el futuro a cada uno de ellos, sean cuales sean sus caminos en la Vida, fue la expresión patente de que los amigos de verdad son la familia que uno elige.

Cuando llegaron las primeras personas a auxiliarles, según me contaron con todo lujo de detalles, se encontraron un silencio sobrecogedor, roto por los sonidos de las quejas de algunos esparcidos por el suelo, uno de ellos atrapado bajo el vehículo y todos rezando. Sí, rezando. Jóvenes de 18 años. Los chicos afanándose para levantar el coche y tratar de aliviar a quien estaba atrapado. Rezando. Creo que es importante decir que este tipo de juventud existe. No es un cuento. Y no son pocos; son legión aunque no hagan el ruido estridente con que nos ensordece el Mal. Me mostraron fotos.....sin comentarios..... Cuando las ví, de manera instantánea recordé que cada día -también ayer-, antes de ir a trabajar, cuando salgo de paseo con el perro a las 7 de la mañana rosario en mano, dentro de mi retahíla de encomiendas siempre, siempre, están los amigos de mis hijas. Recordé que a cada una le acompaña siempre una reliquia de San Gerardo CSsR (hoy, 16 de octubre es su Festividad litúrgica). Recordé que era Santa Teresa de Ávila, la Santa de cabecera de San Alfonso Mª de Ligorio. Recordé que, como archicofrades, siempre están amparadas por el Perpetuo Socorro de María. Pensé en el ajetreo del Ángel de la Guarda de cada uno de ellos. Pensé en los padres, en ellos rezando en ese momento......no puedo expresar el orgullo infinito por ese grupo de amigos y un tímido destello de satisfacción porque vamos cumpliendo con nuestra misión como custodios de sus Vidas.

Un accidente tonto, sin culpa alguna de nadie, de absolutamente nadie. No fue una mala suerte. Muy al contrario, sus Ángeles de la Guarda, sus Santos Patronos y María se ocuparon de ampararlos. Actuaron directamente. Y también lo hicieron a través de quien tuvo el valor de sobreponerse, coger otro coche y salir corriendo a pedir ayuda; a través de quien rápidamente llamó para avisar a padres y 112. Los brazos de esos chicos tratando de alzar el coche para aliviar a su amigo fueron la fortaleza misma del Señor. Y todos ellos rezando, un córo de Ángeles bajo el Manto protector de María.

Ahí estaban la fe y el poder de la oración.

Os pido que os unáis a mí en acción de gracias porque hoy no lloramos aunque continuamos rezando. Y os pido también que os unáis en oración por los dos hospitalizados, para que se recuperen pronto.

Aquí seguimos, scalando en Familia. Y hoy, como Redentoristas, especialmente acogidos a la protección de San Gerardo María Mayela CSsR.

viernes, 21 de febrero de 2014

Obras, tonto, obras

“¿Quieres enterarte, tonto, de que la fe sin obras es inútil?”

Las obras… ¿Cuáles son mis obras? ¿Y las tuyas? ¿Cuáles son nuestras obras? No sé…

Creo que a veces pensamos en grandes gestas pero no todos están llamados grandes gestas; no, no todos. Al menos no todos están llamados a lo que entendemos por grandes gestas. Pero todos, sin excepción, estamos llamados a las obras pequeñitas y es a través de la humildad de lo pequeño como puede ir lográndose lo grande. La paciencia cotidiana, la mirada misericordiosa, la armonía persona a persona o tuit a tuit, el silencio guardado o la palabra adecuada. Cosas en las que ni nos fijamos, pero que son pequeñas obras cotidianas que acercan el Reino de manera casi inconsciente pero constante; obras reales que brotan del inconsciente de la fe hecha carne en nosotros mismos.

Creo que mostramos nuestras obras cuando no callamos ante unas cuchillas en una valla, cuando no callamos ante unas pelotas de goma disparadas tanto en esta legislatura como en cualquier otra, porque hay cosas que no son cuestión de ideologías ni de demagogias. Los muertos duelen todos, y no sólo cuando mueren, sino a lo largo del camino que recorren hasta encontrar su patíbulo, sea en nuestras aguas territoriales o no, sea en Venezuela, en Kiev o los muertos con cuya sangre está regada nuestra España por el terrorismo. Duele lo inevitable ¡cómo no doler lo evitable! Duelen los niños abortados, pero son también pequeñas obras unos humildes #QuieroNacer por Twitter. Duele la desesperación de una madre que aborta y duele un padre al que ni siquiera le consultan. Pero brillan las obras de quienes se esfuerzan por evitar las muertes y el sufrimiento.

No apartar la mirada; abandonar el balcón… Obras. La Oración es la gran obra que nos lleva a la acción.

Obras son las realizadas por quienes le roban tiempo a su tiempo visitando ancianos en asilos, o a indigentes por las calles, o en albergues. Son muchos los que muestran sus obras.

Obras son los desvelos de quienes permanecen en silencio ante un Sagrario, en una sacristía, preparando un templo, animando la liturgia, y obras son las de quienes se lanzan a la calle llevando la Palabra, el consuelo y la acción o lo hacen en las redes sociales.

Creo que son muchos los tipos de obras, muchos los perfiles de quienes las realizan, pero todas tienen un común denominador porque todas muestran a Cristo, todas contribuyen a acercar el Reino.

No sé, quizás me equivoque, pero de lo pequeño a lo grande, de lo silencioso a lo evidente coexisten un infinito y variopinto abanico de obras, y todas son necesarias. El valor de la caricia, de la mirada, del abrazo, de la palabra, del silencio, de la acción.

Y de las obras pequeñas no ya a no avergonzarse de Él y sus palabras, más bien al contrario; no callar, no poder callar. Contarlo incluso con las palabras. Negarte a ti mismo en tu mujer, tus hijas, tu comunidad, el hermano… negarte a ti mismo en quien te necesite. Y cargar cada uno con su cruz y seguirle. Salir a la calle con tu cruz puede llegar a avergonzarte por lo pequeña y ligera.

Pero llegado a este punto estoy como al principio… …las obras ¿Cuáles son mis obras? ¿Hay alguna…? Y llegado a este punto siempre me gusta recordar “Las Alas” de Dámaso Alonso…


“¿Quieres enterarte, tonto, de que la fe sin obras es inútil?”

viernes, 19 de abril de 2013

Por las vocaciones

Con motivo de la Jornada Mundial de Oración por las vocaciones, este fin de semana, empezando desde hoy viernes 19 a las 20:30h y hasta el domingo 21 a las 13h, se desarrollará una larga Adoración Eucarística en el Seminario de Madrid (calle San Buenaventura 9). Cada uno se puede unir cuando quiera y mi mujer y yo iremos al acabar la reunión de hoy en PS del Grupo de Matrimonios.

Distintos grupos parroquiales, de laicos y de muy diferentes familias religiosas se irán encargando de la oración. Yo recibí la invitación y no me lo pensé dos veces: iré.

Rezar por el aumento de vocaciones santas no es ya sólo una cuestión de coherencia, es casi de egoísmo. Que haya laicos, casados o no, que, como yo, sintamos la imparable necesidad vital de “algo más” –no me voy a meter ahora en más honduras porque daría para mucho-, que nos devanemos en su búsqueda y seamos plenamente felices auto desvaneciéndonos ante ese “algo más”; que esa necesidad, que ese “algo más” sea una cuestión sobre todo ajena y no propia, que ese “algo más” sea un todo en el que y por el que ir scalando en Familia, creo que es hoy en día urgente y necesario: no por la culminación de objetivos personales ni promocionales –vanitas vanitatis-, no por el afán de figurar ni adquirir un cierto marchamo ni, mucho menos, por una obsesión enfermiza de clericalizar la vida seglar. Más bien por una manera expresa de conformar la Iglesia. Sin embargo, lo que es primordial, lo que es realmente fundamental es la llamada y la respuesta a esa llamada a la vida religiosa, misionera o sacerdotal.

Mi oración no va a ir dirigida hacia la llamada, pediré por la respuesta. El Señor llama, y el individuo, no siempre haciendo uso de un libre albedrío verdaderamente libre, responde de una u otra forma. Soy consciente de lo que quiero decir. La desorientación, el miedo, la desubicación vividas en real soledad, sin nadie a quién contárselo, sin nadie adecuado con quién hablar y a quien abrir el corazón de dentro hacia fuera, pueden no llevar más que a la frustración, el desconcierto o la desesperación. En esa tarea de facilitar el camino a los llamados estamos todos, debemos estar todos. No me refiero en absoluto a inmiscuirnos en la vida o el corazón de nadie, sino a generar en nuestro entorno, en la sociedad, un clima de normalidad absoluta hacia lo extraordinario. En el ambiente propicio el joven – o el no tan joven- podrá experimentar con igual intensidad los miedos y el desconcierto, pero nunca el desamparo. Sabemos que la sociedad ultramaterialista, individualista y pansexualizada no ayuda. Pues ayudemos nosotros, uno a uno. Siempre con la oración y, desde ella, con la vida, los gestos concretos y las palabras concretas: la vida con la normalidad; el gesto de la sonrisa o un simple abrazo en el momento adecuado; las palabras, a ser posible sin usarlas y, de hacerlo, simplemente sugiriendo la luz en el espejo, las palabras dejémoslas a la persona adecuada, como mucho mostremos, sin hacerlo, quién puede ser. Contemplación y acción. Que la profundidad se viva también en lo sencillo y humilde. Pero que cada llamado encuentre al acompañante espiritual adecuado y, en él, el Amor de Cristo.

El cambio de clima puede empezar en nosotros, sin fariseísmos. En nosotros, los padres, cuando un hijo en lugar de hablarnos de su vocación nos manifieste su decisión madurada y correctamente acompañada. En el apoyo de los amigos, aunque simplemente sea un apoyo a la felicidad encontrada. El cambio colectivo empieza por un cambio en el propio individuo.

De algo de lo que me siento realmente satisfecho es de que mi mujer y yo vemos crecer a nuestras hijas en un entorno alegre, sano, normal y libre; con la extraordinaria libertad generada por la fe y el conocimiento, esto es, le fe vivida en plenitud y correctamente formada. Vivida bajo el carisma de San Alfonso, con sencillez y alegría, con la desbordante naturalidad y alegría Redentoristas. Pero no todos tienen la misma suerte.

Os animo a pedir por quienes se sienten llamados, por quienes ni saben que están siendo llamados, por quienes ni saben qué les ocurre. Para que encuentren a su lado a la persona que les ayude a discernir, madurar y responder libremente; para que cada alma buena llamada por el Señor encuentre siempre la mano amorosa de María y su Perpetuo Socorro.

lunes, 11 de junio de 2012

Rezar y pedir que recen


Encuentro que rezar pidiendo por otro, y no por uno mismo, es un acto hermoso, pero cuando pides a otros que recen por un desconocido sin decir exactamente por qué y ver que la respuesta es una avalancha de oraciones no puede menos que emocionarme.

Cuando uno reza por alguien tan querido, como es el caso que me ocupa, es como hacerlo por mí mismo, pero la respuesta de la gente sinceramente me ha abrumado. No doy las gracias, porque cuando alguien responde así no lo hace por quien recurre a ellos, sino como signo de auténtica Comunión. Hoy es así, una cadena inmensa de orantes.

Gente de distintas provincias, de distintos países, de distintas edades pero unidas por una misma fe que es la que les impulsa a esa respuesta inmediata. Peticiones hechas persona a persona y siempre con la misma respuesta, a las que se unen las oraciones a través de May Feelings. De América, Europa y Oriente Medio. Desde la candidez de los cinco años hasta, al menos, los setenta y ocho. Desde personas individuales y en solitario a un convento de Benedictinos. Casi todos católicos, y también algún luterano en Alemania.

Es algo hermoso, es algo grande, es algo único. Único no porque sea en concreto, en este caso, por mi amigo, ni porque yo lo haya pedido. Lo es porque expresa el desprendimiento y la gratuidad del Cristianismo, de cada cristiano de manera individual, que nos lleva a sentir hermano a quien ni conocemos, a sentir prójimo a quien está lejos.

Escribo esto porque tengo la seguridad de que no lee este blog de manera habitual, porque sé que no lo leerá hoy. Pero ya que lo hago, os animo a uníos en la oración por alguien a quien no conocéis. Da igual por qué, el motivo es lo de menos, rezar es lo importante.

domingo, 10 de junio de 2012

Charlando con Jesús en PS


Hoy, Jesús, he tenido la suerte de estar un rato contigo. ¡Qué regalo tan grande nos has hecho quedándote para siempre con nosotros en la Eucaristía!

Ahí llegué, entré en casa, en la capilla de PS, te saludé y me senté. Empecé en blanco, simplemente por acompañarte, nada más. Hasta que me invadió la realidad de tu presencia, de que ahí estabas tú y que si yo estaba contigo era porque tú estabas conmigo, porque decidiste quedarte. Me entraron ganas de levantarme y sentarme a los pies del altar, como para hablarte al oído, como quien entabla una conversación de confidencias con un amigo.

Empecé a hablarte de los sacerdotes que conozco y quiero – tu sabes bien quiénes son- , sólo para decirte que les quería y que cuidaras de ellos; no por el egoísmo de que gracias a alguno tu estabas ahí conmigo, sino porque son en verdad la imagen más próxima a tu Evangelio que uno se pueda encontrar; hombres que caminan con un pie en tu tiempo y otro en el siglo XXI, desde la fidelidad a la Iglesia y en la frontera de todos los problemas del hombre, haciéndote presente entre nosotros. Cierto es que personalicé en los sacerdotes Redentoristas, en los de aquí y en varios de América a los que la tecnología me ha acercado. Sí, y también de un Escolapio amigo. Pero además te pedí que “echaras un ojo” a todos los que están en misiones en lugares peligrosos, jugándose la vida, perseguidos y en aquellos de los que casi nadie se acuerda. Y en quienes se preparan para ser sacerdotes. Te hablé, desde el corazón, de cuatro personas, por su nombre. Como de todos los jóvenes que saben que te escuchan, y tapándose los oídos con cada índice miran a otro lado. Pero tú sigues llamando y eligiendo, y para decirte sí y seguirte tienen el ejemplo, la alegría, la entrega, el optimismo y la felicidad de la Familia Redentorista, con una enorme puerta siempre abierta.

Sin ellos, sin los sacerdotes, ni tú estarías ahí ni yo contigo porque ¿quién consagraría el pan y el vino?, para hablarte de mi Amor, sí, de María y de Toya y de Paula; y de mi madre, mis hermanos, mi padre y de otras cuatro personas (bueno, de una ya te había hablado); de mi vida, mi buen Jesús, simplemente de mi vida. Tú la conoces mejor que yo, pero era el momento propicio para contarte. Hablarte de esa sensación de felicidad que tenía ahí mismo, por estar contigo y en ese lugar, charlando de mi familia y de una gran Familia. Cómo han ido cambiando las cosas ¿Verdad, mi buen Jesús? Esos grandes regalos que me has ido haciendo en fechas concretas: un 15 de agosto, un 2 de marzo, un 27 de febrero y un 19 de mayo. Me impresiona cómo me quieres, me impresiona tu fidelidad, tu Amor infinito. Me impresiona que nos dieras el uno al otro para compartir nuestra Vida. Me impresionan mis dos hijas aprendiendo a Vivir. Me impresiona cómo y a quién pusiste para recoger mis pedazos; me impresionan los caminos, las sendas para seguirte. Me impresionan las manos que me mandas. Me impresionan el corazón de María y las caritas de mis hijas. Me impresiona la acogida. Me impresionan las ganas de entrega. Me impresiona amar, querer amar, aprender a amar.

Recuerdas que te hablé de otro ¿verdad? Sí, gracias a él yo estaba ahí a esa hora exacta. Al hablarte de él sonreí por haberme metido un día en su vida. Sonreí por mi intromisión como sonreí por la bronca que me acarreó y el poco caso que hice ni a las palabras ni a los gestos; también por eso estaba ahí, por no haber hecho caso y continuar. Decidí volver a entrar. ¿Cómo me dolió, eh? Me dolió desde el Amor como sólo duele haber provocado ira a quien quiero. ¿Seré tontorrón? También te hablé de uno más, y de su madre; en la vida de éste nunca irrumpí, pero estoy seguro de que también le llamas y le mimas.

Me impresiona la gente que me quiere a pesar de todo (porque tú y yo sabemos que me quieren, aunque les cueste). Me impresiona la gente a quien quiero sin siquiera cuestionar.

Me impresiona, ahora, no haberme sentido pequeñito ni para pedir ni para ofrecer; ahí, ante ti, en PS, en casa.

Me impresiona que en el mismo momento en el que te hablaba de mi amigo José Fernando SchP, él nos tuviera presentes en su oración.

Te hablé de ti, mi buen Jesús. Y te hablé de mí, de los caminos, del futuro; pero serás tú quien vaya decidiendo sobre eso. Te pedí por los que ni te quieren, ni te ven, ni te conocen. Te pedí por todos los parados, por los que no ven salida. Te pedí por los que no tienen a nadie que pida por ellos.

Y yo sentía que al hablar de María y de mis hijas el corazón se me salía – creó que se me llegó a salir al preguntarte por las dos criaturas que no llegamos a conocer-, y cómo latía también acelerado por esas otras cuatro personas; creo que ni ellos mismos, sólo tú sabes cómo y cuánto les quiero. El corazón se me salía, latía acelerado, estando sin embargo sosegado.

Me impresiona tu paciencia, porque mira que soy pesado cuando me pongo.

Me impresiona la escucha; me impresiona escucharte. Me impresiona y me emociona la cruz que cuelga sobre mi pecho.

Me impresiona no haber vuelto a casa surfeando a medio metro sobre el suelo, sino con los pies bien puestos sobre el asfalto.

Me impresiona haber estado ahí contigo, mucho más queriéndote que “adorándote”.

Me impresiona el calorcito, mi buen Dios, y esas ganas inmensas que tenía de abrazarte.

jueves, 26 de abril de 2012

El Buen Pastor


Cada día tiene algo especial, cada día nos ofrece un motivo (o muchísimos) para dar gracias. Para mí los jueves son siempre especiales porque puedo orar entre gente querida, en Familia, ante el Santísimo, en la Capilla de PS; en silencio y en voz alta, una oración compartida.

Por eso siempre este día de la semana amanezco con la ilusión de un niño, de un principiante, y hoy, además, he conectado el ordenador después de Laudes y me he encontrado con un regalazo extraordinario, un artículo del P José Fernando Juan Santos SchP en su blog titulado: “Principiante ¡anda con cuidado!”. Como siempre de una profundidad, una sensibilidad, una delicadeza y una sensatez abrumadoras y que constituye una guía imprescindible “para todo aquel que es principiante, especialmente en la vida del espíritu”. Lo considero casi de obligatoria lectura  para cualquier principiante sea joven o cuarentón. Ni sé las veces que lo he leído a lo largo del día porque supone una especie de repaso sobre mí mismo. De este repaso resalto una conclusión: soy un ingrato exigente e injusto (entre otras cosas por juzgar sin deber hacerlo). Pero me quiero detener en el punto 2 de su artículo, que yo resumiría como dedicado al acompañamiento, y que me ha puesto la carne de gallina porque me ha llevado a una habitación acristalada que ya no existe, para verme sentado frente alguien que sé que “sabe amarme al modo como Dios ama”, que me ha venido acompañando hasta verme colocado bajo la mirada del buen Dios y con el que he ido aprendiendo a acercarme a ese modo de amar. Con él he querido hoy compartir la entrada en cuestión, pero ahora me doy cuenta de que al hacerlo utilicé un tiempo verbal inadecuado, el pretérito perfecto simple del indicativo; inadecuado por incierto.

Esta noche, en casa, en la Capilla de PS, en Familia ante el Santísimo, hemos escuchado y reflexionado sobre el Evangelio de Juan 10, 11-18, EL BUEN PASTOR, ahí es nada. Ese Buen Pastor en la Custodia, entre velas y perfumado de incienso. Y yo he pedido de manera especial por todos los sacerdotes, por todos los buenos pastores que no abandonan a sus ovejas y acompañan a quienes se afanan por seguir a Cristo en su vida diaria, y en concreto (tanto en voz alta como íntimamente) por el mío. Pero de nuevo utilicé el mismo tiempo verbal inadecuado y equivocado. Da lo mismo porque pido por él a diario en una oración que no conoce de conjugaciones sino del Amor al modo en que Dios ama.

Desde aquí, si alguien me lee, pido una oración por él, y también por el autor del post, que acompaña a diario a tantos en las redes, aunque no los conozcáis.

Pero también invito a pedir no sólo por los pastores, también por las ovejas en busca de pastor, de un buen pastor que da la vida por sus ovejas, que no las abandona y huye.

miércoles, 25 de abril de 2012

En el día mundial contra el ruido


Hoy es el día mundial contra el ruido y creo sinceramente que tenemos demasiados “días mundiales” de algo, los hay de casi cualquier cosa.

No voy a hacer un estudio de los efectos nocivos sobre la salud al soportar determinado número de decibelios, porque lo cierto es que no tengo ni idea sobre el tema. Sin embargo, me sugiere cuán importante es el silencio, aunque, paradójicamente, éste no siempre dependa del ruido circundante.

El silencio nos ayuda a la concentración, nos ayuda a dejarnos empapar, nos ayuda a vernos por dentro, nos ayuda a conectar, nos ayuda a orar; pero también nos puede adormecer.

Yo personalmente lo necesito, no para evadirme; lo necesito para hablar con Dios, de tu a Tú; no digo para rezar o pedir, me refiero a hablar, y en hablar incluyo desde enfadarme a contarle cualquier estupidez del día, pero sobre todo, por encima de todo, lo necesito para escucharle. Quizás pueda parecer una tontería o un contrasentido, pero en ocasiones he de afanarme en buscar el silencio desde el silencio, porque el ruido del vacío puede resultar ensordecedor. Otras veces, por el contrario, la paz que puede proporcionar el silencio, incluso casi ese mismo silencio lo he encontrado rodeado por un ruido infernal, a solas, orando en una capilla rodeada de unas obras que parecían transformarla en un campo de batalla.

En definitiva, que ruido y silencio, aunque objetivamente mensurables, acaban dependiendo de nuestra propia actitud. ¡Cuántas veces nos han hablado y no hemos oído! ¡Cuántas veces hemos escuchado el dolor o las angustias de un hermano en su silencio!

Unos ojos pueden decir tanto como un grito; un niño muriéndose de hambre es un grito en sí mismo; un desempleado sin poder alimentar a su familia ensordece a cualquiera; las injusticias deberían producir tanto ruido en nuestro interior como el estallido de las bombas en un campo de batalla.

Así que, como esto de los decibelios no es simplemente una cuestión física, propongo como lucha contra el ruido un cambio en cada uno de nosotros, una disposición a la escucha. Escuchar a Dios qué quiere de nosotros; escuchar al hermano, que puede ser también oírle a Él. ¿Por qué no empezamos por aquellos que tenemos en nuestra casa? Y continuamos generando una onda expansiva como la del mayor de los bombazos; pero de otro tipo, claro.

domingo, 1 de abril de 2012

Rezando por la calle


Acabo de regresar a casa de dar un largo paseo por el barrio. Tranquilo y solo. Uno parece fundirse con la noche y pasar desapercibido, como una sombra más entre la gente, deslizando entre los dedos las cuentas del decenario mientras medito los Misterios del Rosario. Me encanta rezarlo por la calle mientras paseo, y comenzar a hacerlo al unísono con quienes lo estén rezando en ese mismo momento. Al acabar, observando a las personas que disfrutaban de la noche del sábado por Alonso Martínez, me he sentido conscientemente –como tantas veces solía decirme mi amigo el P Borja Hernando- bajo la mirada de Dios. No sólo yo, todas esas personas, matrimonios de mediana edad, alguna familia completa y bastantes jóvenes. Todos bajo la mirada comprensiva del Padre, aunque unos lo sepamos y otros no. Saberlo es una gracia que te lleva directamente a sentirte amado, y esa es una realidad que compromete. Compromete porque me ama tanto como a cada uno de los que por allí estaban, tanto como a cada ser humano, y eso unifica. Unifica y compromete, es casi como una obligación el hacerles saber que a ellos, aunque no lo sepan, aunque no lo crean, aunque no lo quieran también les ama. Y por ellos como por mí envió a Su Hijo, en el que está la Redención para todos.

De modo, que he tratado de convertir esa parte del paseo en Oración dedicada especialmente a aquellos que buscan, que quieren creer, que creen y no lo saben; a los que no le encuentran sentido a la Oración. Fundamentalmente he recordado a los que no rezan porque no saben cómo, a los que lo intentan, a los que no le ven sentido a la Oración. Intentarlo, verbalizarlo, hacerlo por alguien querido es ya una Oración en sí misma y seguro que muy apreciada desde Arriba. Creo que muchas veces tratamos de orar desde nosotros mismos, y digo orar, pretendiendo hacer de la oración una varita mágica de efecto inmediato. Mientras andaba, se me ocurrió que quizás, si fuéramos capaces de abandonarnos, de olvidar ese yo que tanto pesa, y tratar de mirarnos desde afuera, todo resultaría más fácil, y nos descubriríamos más allá de ejercicios intelectuales. No hablo de repetir fórmulas, más bien de ofrecimiento y vaciamiento para la escucha; no poner ni nuestro intelecto ni nuestras fuerzas en ello, sino lo nada que somos, nuestra debilidad, nuestra fe y nuestra falta de fe, para que sea Él quien obre.

Salí yo sólo, pero cuando de vuelta abría la puerta del portal de mi casa me di cuenta de que venían conmigo mi mujer, mis hijas, varios jóvenes, alguna señora mayor y un individuo con la cabeza muy dura, a los que había ido abrazando al pasar cada cuenta.

jueves, 22 de marzo de 2012

Por un joven universitario


Esto de internet, las redes sociales, blogs, etc., no deja de sorprenderme. Impresiona cuando vas poquito a poco siendo consciente de cómo se forman conexiones, muchas veces anónimas, e insospechadas totalmente, pero en la mayoría subyacen búsqueda y pasión comunes; otras veces simple curiosidad, un cierto apoyo, o tratar de encontrar información que nada tiene que ver con este Blog. Esto último me hace bastante gracia, gente que, a través de google, trata de encontrar guarradas irreverentes y se encuentra con una de mis entradas sobre un reportaje fotográfico de una actriz española en cueros en una Capilla ¡me imagino sus caras de decepción!

Pero también aparecen quienes se unen en oración por quien ni siquiera conocen, personas con las que compartir. Me encuentro sobrepasado con visitas de los cinco continentes, visitas desde algún país donde el acceso a internet es bastante más que difícil y en el que ser cristiano es un delito, y ahí siguen, con la misma periodicidad, leyendo lo que un torpe hombre va tecleando, lo que a un minúsculo puntito del planeta le sale del corazón. Porque eso y no otra cosa es lo que escribo, sin intención  ni de agradar ni de ofender, lo que me sale del corazón; eso sí, con Cristo en el corazón y el corazón en las yemas de los dedos.

Recibo bastantes mensajes que no son publicables, y que me hacen temblar cuando me enfrento a la plantilla de Word en blanco, porque jamás pensé que esto pudiera tener la más mínima repercusión en la vida de nadie; confieso que me confunde y en ocasiones me infunde demasiado respeto. Haber perdido hace ya tiempo el pudor al hablar de mi fe, que el centro de mi vida sea El que es, tanto en mi casa junto a mi mujer y mis hijas, como de puertas afuera (porque no hay ni espacios, ni separaciones, ni compartimentos); querer vivirlo, que es tanto como querer gritarlo, y hacerlo; compartirlo, y la respuesta de todo ello…  lo que más claramente me muestra es la cantidad de “yos” que hay repartidos por el mundo.

Y todo porque alguien me aconsejó un miércoles 23 de junio que escribiera; era la segunda vez que nos sentábamos a hablar y, ya desde la primera, suelo evadirme mentalmente a ese despacho acristalado, que echaré de menos, donde siempre encuentro al Señor. Lo que obviamente no me dijo es que lo hiciera público; eso ha sido cosa mía, que cuando uno pierde los miedos se encuentra haciendo las cosas más insospechadas. Y aquí me encuentro unos seis meses después y con unas seis mil visitas. Agradezco todas, todas; la de algún joven desconocido que duda, la del solitario reconfortado por compartir la fe, las lejanas y las más cercanas. Vuestras dudas, vuestras certezas, vuestra presencia también me sostiene a mí.

Pero todo se ha vuelto tan grande y tan natural, que continúo con la misma naturalidad con algo tan sencillo como contar lo que siento, porque, como hace poco me escribió un sensacional joven laico Redentorista no es más que “dar salida a algo que explota si no se cuenta, algo que no se puede callar”. Y a mí eso me pasa desde que me levanto hasta que me acuesto, sin estridencias, y de la forma más normal. Tan normal y natural como la vida, y no hay nada tan normal y natural como la Vida de la mano de Jesús.

Estas líneas de hoy van explícitamente dedicadas a un joven estudiante universitario de Sevilla que hoy me ha enviado un comentario que no publicaré –sé que agradecerás que no lo haga- y a quien no conozco. Sólo te repetiré lo que decía San Alfonso: “no se puede honrar de mejor manera a Dios, nuestro Padre, que a través de una CONFIANZA sin límites”; los miedos y las dudas no las resuelve uno solo. Y sí, también los tienes allí. Ánimo y confianza: c/ Espinosa y Cárcel 43, Parroquia del Santísimo Redentor.

jueves, 16 de febrero de 2012

Una alfombra roja


Hoy he vuelto a mi infancia, al lugar en donde me enseñaron a orar, a hablar con Dios, a ser realmente consciente de que me amaba, a mí, a un niño llamado Enrique. Seis años, sentado en el suelo ante el Santísimo en pequeños grupos. En aquella Capilla, en la Cuaresma de 1973, sentí por primera vez un intenso calor. Asustado, empecé a aprender a callar.

El de hoy no ha sido mi mejor día; difícil, inquieto, torpe y extraño. Como cada jueves he acudido a la Oración a PS, pero hoy había algo diferente, especial. Ese algo diferente hizo que bajo la barba, las gafas y la ingente capa de grasa de un señor de 45 años aflorara un niño de 1º de EGB, con sus rizos rubios sobre la frente; el corazón de los dos era uno, y sintió el mismo calor que entonces, pero la madurez y las incontables piedras con las que he venido tropezando a lo largo del camino de mi vida marcan la diferencia, porque ni el niño ni el hombre tuvieron ya miedo sino una paz casi perfecta. La misma persona ante el mismo Cuerpo de Cristo. Como cada semana, pero con una alfombra roja de diferencia. No recuerdo el color de aquella sobre la que yo me sentaba de niño, pero esta era roja. Sobre ella, a los mismo pies del altar, a los pies de la Custodia, un grupo de jóvenes adorando al Señor. Recogidos, con el impresionante respeto que dan la normalidad y la confianza. Las velas iluminando repartidas, y el incienso elevando nuestra oración. Yo esta tarde quería presentarle, entre otras cosas, el sufrimiento del abuelo de uno de ellos, y lo he hecho, pero era casi innecesario porque la fe, la actitud y la vida de ese chico arrodillado en el suelo hacen que su oración llegue a varios cuerpos de distancia de la mía.

Al contemplar al Señor era imposible no ver a esos muchachos; no conocía a todos, solamente a tres, y los quiero aunque haya a quien le cueste creerlo. Sobre esa alfombra roja he creído ver a un niño pequeño, impresionado, confundido, comenzando su vida de preguntas sin respuesta.

Además, hoy la Oración ha sido muy especial porque dos Redentoristas nos ofrecían la oportunidad del sacramento de la Reconciliación. Y eso era lo que yo necesitaba. En el confesionario entró un torpe señor de 45 años, y de él salió un niño feliz de seis queriendo correr hacia la alfombra a adorar en silencio. Y el hombre sentado en su banco se vio sorprendido por una lágrima.

jueves, 29 de diciembre de 2011

La Oración de los Jueves

Como cada jueves he acudido a la Oración ante el Santísimo, en esta ocasión no en el Perpetuo Socorro de Madrid, sino en la parroquia de la Inmaculada en Santander, ambas Comunidades Redentoristas. Es lo mismo dónde sea, porque lo realmente importante es Jesús Sacramentado, pero en ambos casos yo estoy de verdad en casa.
Mi Parroquia es el Perpetuo Socorro, pero tengo la suerte de que en ese aspecto, cada vez que vengo a Santander a casa de mis padres puedo hacer la misma vida. Eso sí, la feligresía es diferente, porque tengo que reconocer que la de mi ciudad natal es ciertamente hierática, aunque creo que deseosa de recibir un empujón. Algo así como un grito interior y exterior de “ESPABILAD”, como sugirió durante unas catequesis para el Adviento un sacerdote Redentorista.
El comienzo fue completamente diferente al que estoy acostumbrado y que realmente me entusiasma. Hoy al empezar he recordado las Adoraciones de mi infancia porque la estética era muy parecida. Simplemente la estética, nada más; en cuanto empezó a hablar ahí estaba él, el P. Víctor, todo un Redentorista. Una prédica cargada de inteligencia, sentido del humor, bondad, sensatez, alegría, ánimo, impulso y motivos suficientes para que todos reflexionáramos. El lenguaje y el fondo propios de unas personas que tienen la asombrosa capacidad de cautivar, de contagiar; misioneros que enganchan, que arrastran, que enamoran porque te llevan a enamorarte directamente de Jesús, que es lo suyo. Y te contagian a dejarte a arrastrar para querer arrastrar; que enamoran para enamorar; que cautivan para cautivar. Cada misionero de esta Congregación es una invitación a ponerte en marcha, hacen surgir en uno un resorte para abandonar el hieratismo, romper los respetos humanos y querer lanzarte al ruedo en lo que sea. Y hoy claramente nos han invitado a hacerlo pero con alegría, con una alegría no fingida sino nacida como consecuencia natural de Aquel que nació el 25 en un humilde pesebre para liberarnos a todos, para ofrecernos la Redención.
Hoy en la oración, mientras leía el Evangelio de Nochebuena, no pude evitar pensar que no es anecdótico que los primeros a quienes se les apareció el Ángel fueran unos pastores, lo más bajo de la sociedad de aquel lugar y momento, excluidos del Templo, incultos y pobres. Como más de 1700 años después unos pastores inspiraron a Alfonso Mª de Ligorio un camino florecido con la  fundación de la Congregación del Santísimo Redentor, en cuya casa estábamos.
Villancicos, un discreto uso del latín, el magnífico Tantum Ergo, el Humeral sobre los hombros del sacerdote para la bendición con el Santísimo. Una combinación litúrgica ortodoxa y, no sólo abierta, sino incitando a la participación, en un ambiente alegre y completamente natural.
Los ritmos rituales los marcan quienes ofician, preparan y participan, y yo me he impregnado en PS de unos ritmos estéticos que he asumido gozosamente como propios. Dependen de las personas, los tiempos y los puntos geográficos. El todo a Quien adoramos. Pero el fondo va más allá de las personas, porque implica al carisma mismo que un día les llevó a seguir los pasos de San Alfonso. Y ese fondo estaba tan vivo hoy como cada jueves en el Perpetuo Socorro de Madrid. El mismo que a mi me hace sentirme en casa y feliz sea cual sea la parroquia Redentorista en la que me encuentre. Por él doy gracias; por poder vivir mi fe con mi mujer y mis hijas en esa gigante Familia.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Buen Adviento a todos

Ayer comenzamos el Año Litúrgico. Adviento, un tiempo de preparación y esperanza para la gran Venida. La celebración en la Eucaristía de las Familias en el Santuario del Perpetuo Socorro de Madrid fue entrañable. Esta misa de los domingos se ha convertido en algo diferente a una misa familiar, ha tomado un rumbo claramente dirigido hacia los más pequeños y eso creo que nos ayuda a los mayores a tratar de hacernos como niños, a alcanzar un punto óptimo para ser conscientes de que no hemos de dar nada por sabido  respecto a lo aprendido. Escuchar lo que les dicen es escuchar lo que nos dicen, nos acerca a la inocencia que con el paso del tiempo y la madurez quizás hayamos perdido. Verles implicados y entusiasmados es un enorme impulso de esperanza; esperanza en la Venida y esperanza en uno mismo. Esos chiquillos entusiasmados me recuerdan que un día fui así, ergo la luz de la esperanza y la ilusión infantil aún brilla en cada uno de nosotros. Sólo es cuestión de buscarla, de esforzarnos en recuperarla, y hacerlo engrandecida con la madurez de los años y el conocimiento. Ahora que estoy embarcado en la carrera de Teología, me doy cuenta de lo importante que es la profundización en la fe; conseguir combinarlo con la candidez, la ilusión y la esperanza de un niño es casi como la cuadratura del círculo espiritual.
Un tiempo de preparación, meditación, oración y alegría. La Comunidad Redentorista nos ofrece la posibilidad de rezar con ellos Laudes y Vísperas durante este tiempo. Cuando cada mañana, Diurnal en mano, rezo Laudes lo hago con el convencimiento de no estar sólo, de hacerlo acompañado y acompañando a todos los que en cada lugar lo hagan en ese mismo momento. Pero esta mañana, en la Capilla, con parte de la Comunidad Redentorista, ha sido algo simplemente especial. Orar allí con ellos le hace a uno sentirse parte de nuestra Iglesia en una Comunidad para la que no tengo palabras. No es sólo una actitud, una disposición para esta época, verme ante el Señor rezando Laudes con los Redentoristas y el resto de laicos que ahí estábamos, escuchar las primeras palabras del P Olegario….. en fin, el corazón abierto de par en par.
Un tiempo de preparación personal, matrimonial, familiar y comunitaria. Uno no puede vivir la fe sin hacerlo con los demás, porque el convencimiento, le fe y la felicidad te llevan a querer, por encima de todo, experimentar de una forma nueva el siguiente verbo: COMPARTIR.
Ser un padre de niñas pequeñas implica la responsabilidad gozosa de la transmisión de la fe, combinarla con la ilusión infantil pero abstraída del mero consumismo. La grandeza, la alegría no está en las tiendas, está entre pajas en un pesebre. Y está en los demás, en darse y compartir con el que no tiene nada y con el que cree que lo tiene todo también, porque entre ellos los hay inmensamente pobres; tratar de hacerles ver que Dios no espera unas manos llenas de cosas si no llenas de Amor, unas manos limpias por puras pero embarradas por ayudar al otro.
En ese camino estamos, y desde ese camino os deseo a todos el mejor Adviento posible.

lunes, 24 de octubre de 2011

La Liturgia de las Horas


Por fin esta mañana he conseguido sintonizar Radio María en el coche. Me ha costado pero por fin lo conseguí. Desde que madrugo un poquito más para sacar un rato de estudio por la mañana en la oficina, antes de que empiece la jornada laboral, he tenido que abandonar Laudes y ¡cómo lo echo de menos!

Hace ya tiempo que le pedí tímidamente a un sacerdote Redentorista que me viene acompañando que me indicara cómo seguir el rezo de las horas y desde entonces tengo que confesar que me he enganchado. Obviamente, no las intermedias, uno hace lo que puede dentro de la estructura de su vida, y las intermedias no tienen cabida. El caso es que los madrugones me llevaron a abandonar Laudes entre semana; creo que para hacerlo aprisa es mejor no hacerlo. Requiere su tiempo y un cierto climax. Parecerá un contrasentido, pero el atascazo es perfecto. Mejor dicho, lo que es perfecto es poder seguirlo con Radio María por que el convencimiento de que rezas con gran parte de la Iglesia se hace realidad. Sin duda, comienzas el día de otra manera. Y a mí me venía haciendo falta, después de una semana poco acertada, justo la semana –menuda coincidencia- en que no seguí Laudes. En fin, ya ha comenzado otra. Y de las torpezas propias no podemos más que aprender, cuando del error hacemos enseñanza para tratar de no volver a caer en él. Una simple torpeza que, sin intención alguna, puede herir a los demás. No me habría dado cuenta, si mi torpeza no hubiera tocado a alguien querido y cercano y que me muestra que, por querido y cercano, en ocasiones al menos habla con claridad meridiana y confianza lo que quiere decir que uno algo también le importa. Muchas veces no medimos nuestras palabras, no le damos importancia, y ni nos enteramos. El caso es que caer, aparte de las magulladuras, nos da la oportunidad de mejorar. De mejorar y de poder pedir perdón que cuando se ofende o simplemente decepciona, es un ejercicio sanísimo; perdón a la persona afectada. Me quedo con eso. Y ahí vamos, scalando poquito a poco; unas veces parece que te vas a caer al abismo, otras que te quedarás permanentemente colgado, y de repente viene una mano firme que te ayuda a asir con fuerza el piolet.

Laudes o cualquier otra oración, cualquiera que nos ponga de verdad, de corazón en disposición de ofrecer nuestra jornada al Señor es la mejor manera de empezar el día. Ese sacerdote que me acompaña dio hace unos meses una charla sobre la oración que por profunda, clara, explícita, sincera y breve creo que debería ser conocida por todos. He tenido la oportunidad de releerla recientemente y confieso que no deja de asombrarme. Es un lujo poder contar con alguien cercano, tan normal y de semejante calado espiritual; y hacerlo en familia y con mi familia no tiene precio.

El caso es que animo a todo el que quiera acercarse a descubrir la Liturgia de las Horas a que lo haga sin dudarlo. No es algo sólo para conventos o sacerdotes; pertenece a todo el pueblo de Dios, “a todo el cuerpo de la Iglesia”, a todos los fieles, y por lo tanto también a los laicos. No seáis tímidos, animaos e intentadlo.

Yo hoy me quedo con una parte del salmo 41:

“¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
Salud de mi rostro Dios mío.”




lunes, 26 de septiembre de 2011

Luis, un chico extraordinario



El día de ayer se planteaba como un domingo más en familia. Misa de 11 como siempre en el santuario del Perpetuo Socorro y después la exposición sobre la Madre Teresa de Calcuta. Realmente me conmovió la exposición, unos simples carteles con hitos sobre su vida, pero qué vida. Me impresionó y me conmovió profundamente. La fe absoluta y el abandono total dan siempre los mismos frutos: la santidad, acercar a Cristo a los más necesitados, a los más desfavorecidos; convertirse en el rostro de Cristo en el mundo. Distintas épocas y diferentes puntos geográficos, pero no pude evitar ver paralelismos entre la Beata Teresa de Calcuta y San Alfonso Mª de Ligorio bien fáciles de identificar: el auxilio a los más necesitados, por ejemplo. Incluso al ver la imagen del Cristo con las dos frases "I thirst" "I quench" me vino rápidamente a la cabeza uno de los símbolos Redentoristas, la caña con la esponja con la que le dieron de beber a Nuestro Señor vino con hiel en la Cruz. El sari remendado usado por ella y sus sandalias........ ir explicando todo eso de la mejor manera a mi hija mayor, de seis años. La cantidad de gente, y de matrimonios con hijos haciendo lo mismo que nosotros.

Llegué a casa con la idea de dedicar a esta exposición una entrada para el blog; la tenía casi estructurada, de manera natural. Pero cayó en el olvido. Varias llamadas al móvil de mi mujer nos trajeron una noticia tremenda: Luis, el hijo de unos amigos nuestros había fallecido en un accidente de tráfico. Luego supimos que otro chico también murió. En verdad el shock ha sido  mayúsculo. No es simplemente el hijo de unos amigos, es parte de la familia de María. El concepto de familia no siempre se limita a lo que se consigna en el registro civil; los hechos y la vida te enseñan que es una realidad superior y mucho más extensa. Y la vida de mi mujer la llevó a formar parte de esa familia. La abuela de Luis es la madrina de María, madrina en un concepto muchísimo más amplio que el sacramental, que ya es bastante, y que continúa ejerciendo día a día. Por eso mismo conocía y quería a Luis. Un chico excepcional, no en el sentido en que acostumbramos en España a elogiar a los que se van, excepcional en sentido literal. Guapo, estudioso, educado, cariñoso y arrollador de simpático. Hoy, al venir conduciendo a la oficina por la mañana, en lugar de Kiss FM, he venido acompañado por la música del jesuita Cristóbal Fones, que es una oración en sí misma, y a mí me ayuda a rezar. Empecé con una canción que realmente es una "Recomendación del Alma" condensada, y mientras la escuchaba pedía precisamente eso, que Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, San Alfonso, y la Beata Teresa de Calcuta hubieran recibido su alma para presentársela al Altísimo, aunque íntimamente estoy convencido de que Luis no ha necesitado de presentación ninguna. Creo firmemente que se encontró directamente al Redentor con los brazos abiertos. 

Visto con la perspectiva suficiente, haber conocido a Luis, su simpatía, su sonrisa, es haber tenido bien cerca el rostro amable de Cristo. Y eso es un lujo.

A Santa María (Perpetuo Socorro nuestro), a San Alfonso y a la Beata Teresa de Calcuta pido por Luis y por su amigo también fallecido en el mismo accidente, para que el otro chico que iba en el coche se restablezca pronto y bien, y pido sobre todo por sus padres, por sus familias para que con fe afronten el futuro sin ellos; teniendo siempre la esperanza de que ya están sentados a la Mesa del Padre.

Descansen en paz.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Exaltación de la Santa Cruz




Celebramos hoy la Exaltación de la Santa Cruz una hermosísima tradición de la Iglesia para venerar los maderos donde nuestro Redentor hizo infinito el Amor. En ella murió por el odio y la incomprensión de los hombres; en ella murió perdonando. No se exalta el dolor ni el sufrimiento, se exalta a Quien en ella se entregó por la Redención de todos. Es más, mucho más que sólo un símbolo; es la expresión más clara, patente y visible de Cristo, de los cristianos para reconocernos públicamente como tales. Por eso hoy en día es más que un símbolo, es una identidad gozosa de autorreconocimento como hijos de Dios, de un Dios vivo y de vivos. Como viva está la Iglesia que nos invita a esta celebración, y bien lo hemos podido comprobar en Madrid durante la JMJ.

Creo que hoy, en cualquier rincón del mundo donde haya un cristiano hay una Cruz la lleve o no la lleve, pero la coyuntura real nos impele a mostrarla como expresión de Fe y homenaje al Amor; es como salir de nuevo de las catacumbas, salir a la luz del día en nuestro mundo y nuestro entorno haciendo profesión pública de nuestra Fe. Se lo debemos y nos lo debemos. Estar dispuestos por Él, por el mismo Amor a colocarnos en esos maderos vacíos. Porque el Cristianismo sufre de manera objetiva la misma buena salud interna que persecución, siendo la identidad religiosa más perseguida por su Fe en todo el mundo; cristianos perseguidos en los cincos continentes como lo han sido a lo largo de la historia. Pero la de ahora es nuestra historia y de nosotros depende contribuir a que cambie su rumbo; es una obligación y no debemos hacer dejación de ella. No hay que irse lejos, porque de nuevo ocurre en nuestro propio país y de una manera que comienza a ser ignominiosa por, cuando menos, la escandalosa impunidad. A título de ejemplo, el pasado domingo 11 de septiembre, en Villaverde Alto (Madrid), los bomberos tuvieron que apagar un incendio en una iglesia; las pintadas se van haciendo habituales, los insultos, las manifestaciones. Y simplemente es una Cruz, simplemente es la expresión del Amor absoluto, del perdón, de la Redención por nosotros y por quienes nos persiguen; Copiosa Apud Eum Redemptio. Somos nosotros quienes marcamos la diferencia, porque sabemos que es Él quien la marca.

Hemos de defender con contundencia a Quien en ella murió. Con contundencia, firmeza, claridad y perdón; con caridad. Ya, ya sé que es difícil, pero más lo fue para Él y murió perdonando. Nuestra disposición debe ser total a la entrega. Se lo debemos; y a cada sacerdote, a cada religiosa, a cada cristiano que muere por la Fe en cualquier lugar del mundo. Por cada mártir visible y por cada mártir anónimo. Y se lo debemos a los pequeños, a quienes van creciendo en lo que algunos se empeñan que sea un mundo sin Cristo. No es una opción para nosotros; hemos de ser cruces en el mundo, en nuestro trabajo, con nuestros amigos, en la calle. Con alegría, con esperanza y con Amor.

Hoy recuerdo desde la maravillosa Oración al Cristo del Calvario de Gabriela Mistral a cualquiera que nos proponen la Iglesia y los santos como meditación. Pero creo que nuestra mejor oración es sencillamente la humilde disposición, abierta y sincera, a ocupar unos maderos vacíos. De esta forma la expresión más clara, patente y visible de Cristo, de los cristianos, seremos nosotros mismos. Nuestra scalada de hoy ha de ser directa a la Cruz.

Y con San Alfonso, miremos a Cristo en la Cruz y dejémonos mirar por Él.