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lunes, 31 de marzo de 2014

Primera Confesión

El lunes 31 de marzo de 2014, ha sido una fecha importante y feliz para nuestra hija mayor y para nosotros como padres: su primera confesión.

Una ceremonia impecable y emotiva en el colegio Everest de los Legionarios de Cristo, centro donde aún estudian nuestras hijas. Todo impecablemente organizado por Inés Pou, quien mostraba casi la misma emoción al explicarnos los pormenores que las niñas al entrar desfilando por el pasillo de la capilla.

Toya no comulgará en el colegio y, además de la asignatura de religión, se ha venido preparando para la Primera Comunión en la Parroquia Santuario de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro de Madrid, donde vivimos nuestra fe a diario, en Familia. Somos una familia Redentorista y hoy nos hemos sentido como tal una vez más. Inés Pou y el colegio (¡cómo se nota la mano eficiente y cariñosa del P Javier Cereceda LC!) mostraron una sensibilidad extraordinaria permitiendo que un sacerdote Redentorista se uniera a los otros cuatro Legionarios de Cristo, no sólo para confesar a Toya, sino a aquellas niñas que les fuera tocando y a los padres que lo pidieran, como así fue.

La generosidad de Damián, el P Damián Mª Montes CSsR, dejando a un lado sus quehaceres -y son muchísimos- para acercarse con nosotros al colegio y hacer realidad la ilusión de Toya, no tiene precio. Yo siempre digo que a un hermano no se le da las gracias, ya, pero… ¡Gracias Damián!

San Alfonso María de Ligorio: “Apresuraos a buscar un confesor, no deis tiempo al demonio para que os tiente a retardar más esta confesión saludable: volad contritos, que Jesucristo os espera cual padre amoroso que desea abrazar a sus hijos descarriados”… y allí estaba uno de sus hijos, uno de los hijos del Patrón de confesores y moralistas, desparramando Su perdón sobre nuestra hija mayor. Y empleando amoroso todo el cariño y tiempo necesarios con cada niña que se le acercaba. Benignidad pastoral. Y María y yo gordos de felicidad viéndoles a los dos. Y Damián comentándome ese “se nos está haciendo mayor” que tampoco tiene precio.

¡Esa carita al levantarse del reclinatorio…! Y las de todas y cada una de las compañeras de su clase, a muchas de las cuales he ido viendo crecer desde hace ya siete años… ¡Esas caritas limpias! Ojos nítidos. ¡Que nunca pierdan esa expresión! Así deberíamos salir cada uno de nosotros del confesionario, con esa misma expresión, con la cara limpia y los ojos nítidos y bien abiertos. Miradas que son un reflejo fiel del estado del alma.

El rosario desgranado por los padres mientras las niñas se iban confesando y, decenario en mano con la imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, yo llevando el segundo misterio.

El Padre Ángel LC bendiciendo e imponiendo los crucifijos a unas niñas exultantes de felicidad, que acababan de cambiar la sonrisa de los nervios por la de la alegría y la paz.

Y tras la ceremonia, una merienda compartida con profesoras, niñas, padres, sacerdotes… y tantos preguntando por Damián y yo feliz presentándole… Y el P Jacobo Portillo LC interesándose directamente por Damián. Y yo engordando…

Enhorabuena al Colegio por la organización.

Gracias Señor porque nos cuidas, gracias Señor por hacerte presente, gracias Señor porque, en plena Cuaresma, un día como el de hoy, nos lleva felices a continuar con paso firme scalando en Familia hacia la Pascua.


miércoles, 22 de febrero de 2012

Miércoles de Ceniza, uno de cuarenta


Ya es Miércoles de Ceniza, ni un día cualquiera ni un miércoles cualquiera. Hoy comienza un periodo de cuarenta días en el que dejarnos morir con Cristo para renacer en un hombre nuevo con la Pascua. Cuarenta días de solidez y afianzamiento en la fe para acabar celebrando la gran fiesta de la Cristiandad, la Resurrección. Cuarenta días a caminar con Él. Cuarenta días de entrega y abandono de uno mismo, de vaciamiento del lastre acumulado. Cuarenta días de conversión. Cuarenta días de ofrecimiento. Cuarenta días de oración. Cuarenta días de acción. Cuarenta días de meditación y puesta en práctica.

Cuarenta días en los que ir llenándonos de Cristo a medida que le acompañamos a la Cruz. Pero ¿cómo puedo hacerlo? Sin duda la oración es el núcleo y la raíz; la columna vertebral que centra y sostiene el esqueleto de nuestro alma; el sustento que nos mantiene firmes. Pero así como la oración robustece la fe, ésta nos ha de empujar como consecuencia natural a actuar, a obrar. Y no lo tenemos difícil. Con la oración podemos recorrer los pasos con Jesús, y en la vida diaria encontrarle a Él en nuestros semejantes.

Yo le tengo a Él en María, mi mujer, en mis hijas, en mis padres,  hermanos, sobrinos y por eso quiero que vean en mí la alegría de la Esperanza en la Resurrección. Como en ese hermano y amigo por quien rezo y a quien desde mi silencio y mi sombra me gustaría que nunca olvidara que aquí estoy, como un Simón de Cirene dispuesto, sincero, firme y confiado para levantarle el Madero. En el hermano desconocido, a quien con mi gesto y mis manos deseo poder ayudar a llevar su propia Cruz. Todo lo que haga he de hacerlo con Él, para poder hacerlo por Él. Tratar de aliviar su dolor en la Cruz es tratar de aliviar el dolor de la Cruz del prójimo. Él asume y carga sobre Sí los dolores de la humanidad; ayudar a mitigar el dolor de los demás es ayudarle a Él a aligerar esa carga, y al mismo tiempo cooperar a que quizás alguien le sienta cercano. Colaborar en la Justicia es trabajar por su Justicia.

Cada gota de sangre que derramó como prenda por los pecados de la humanidad es un grito para liberarnos de la opresión de nuestro pecado, un imperativo para romper las cadenas que atenazan las estructuras que generan y mantienen el pecado. Liberarme de esa opresión estos días en el sacramento de la Reconciliación me hará llegar a los pies de la Cruz ligero para inundarme del Agua de Vida de su costado.

Hoy comienza el camino de cuarenta días hacia el Sepulcro vacío y yo anhelo llegar con mi corazón como una tumba abierta que deje tras de sí los jirones del sudario para colmarse con la realidad de un hombre nuevo. Ese camino se inicia con el signo de la imposición de la Ceniza y yo recorreré los primeros pasos en familia, con mis hijas que, aunque son aún unas niñas pequeñas, lo andarán cogidas de las manos de sus padres, sintiendo la inmensa alegría y confianza que queremos transmitirles; así acudiremos juntos a la Eucaristía de seis en el Perpetuo Socorro de Madrid a que en nuestra comunidad un Redentorista nos la imponga sobre la frente y nos aliente a convertirnos y creer en el Evangelio.

Y todo con la alegría serena y confiada que nos da la seguridad de que finalmente llegará la Pascua.

domingo, 29 de enero de 2012

Damián Mª Montes y Víctor Chacón

Acabo de presenciar en la misa de nueve del Perpetuo Socorro cómo dos especiales misioneros Redentoristas recibían las antiguas Órdenes Menores, siendo instituidos como Acólitos y Lectores. Es un paso más hacia la Ordenación Sacerdotal, una alegría para la Iglesia Universal.
Son dos personas especiales, tocadas por la mano de Dios, llamados por Él, donados a Él. Se llaman Damián Mª y Víctor y les une el mismo amor a Cristo y la misma entrega incondicional a Él en el carisma Redentorista. ¡Casi nada!
Dos caracteres diferentes con un estilo propio y un buen hacer común. Una preparación extraordinaria y una formación vivida y desarrollada en el seno de una Familia que se desvive por los demás.
Me cuesta mucho, mucho ser objetivo con ellos y lo siento. Porque el cariño es grande y puede empañar una opinión aséptica, aunque no oscurecer la realidad.
A Víctor le conocí la pasada JMJ y, la verdad, si no fuera por su juventud habría creído que ya era sacerdote; un gran sacerdote curtido en una pastoral cercana, cálida y abierta. Y lo era, aunque no estuviera ordenado. Mirarle tranquilamente a los ojos es zambullirse en el mar de paz sobre cuyas aguas anduvo Jesús. Y son las aguas de su bondad, sensatez, sencillez y profundidad las que pone a Su servicio. Hablar con él eleva el alma y baja la presión arterial. Uno no puede conocerle y no quererle. Cruzar dos frases con él engancha; pasar varios días seguidos a su lado, entrega.
A Damián lo conocí por internet. Vi un vídeo en el que contaba su experiencia en Calcuta y le puse un mensaje porque me impresionó. Pasado el tiempo, un día que entraba en PS, un chico sonriente me dijo ¡Hola Enrique! Era él. Su nuevo destino era precisamente el Perpetuo Socorro de Madrid. He tenido la suerte de ir conociéndole poquito a poco, domingo a domingo. Y poquito a poco, domingo a domingo le he ido viendo crecer y he ido aprendiendo a quererle casi desde el silencio de una espiritualidad oriental. Y desde la profundidad de ese silencio llega el calor del abrazo y el sonido impactante de la comunicación del corazón. No es una metáfora; guardo el abrazo al entrar en PS para la Misa del Gallo. No fue un “abrazo eclesial”. Como diría el padre Guembe, fue mucho más que un abrazo eclesial.
Dos grandes hombres, dos grandes Misioneros Redentoristas, que serán dos imponentes sacerdotes. Dos jóvenes a los que admirar y a los que agradecer su entrega.
Y no puedo dejar pasar por alto las palabras del P Pedro López animando a los jóvenes a seguir ese mismo camino.
Damián, Víctor: ¡Gracias, gracias, gracias!

sábado, 7 de enero de 2012

Mi regalo de Reyes

Ya hemos recogido juguetes, hecho maletas y lo tenemos todo preparado para regresar a Madrid, a casa, tras haber vivido unas Navidades estupendas. El Niño entre nosotros proporcionándonos calor de hogar en familia, y el contacto con otra Familia que nos llega por el ordenador y el teléfono móvil (aunque solamente fuera por esto, ya soy un fan incondicional de las nuevas tecnologías y de las redes sociales).
Calor en el día a día, intensificado en las fechas clave. La felicidad de mi madre viendo a mis hijas cómo disfrutan en casa de los abuelos; los nervios de mis hijas escribiendo la carta a los Reyes; las uvas en un cuarto de estar a estallar de gente, entre los presentes y los que aportábamos en nuestros corazones; la entrega de los deseos a Melchor y Baltasar que, como son Magos, saben perfectamente cómo nos hemos portado a lo largo del año y lo que nos merecemos o no; la comida en casa de mis padres con el P José Luis regalando a nuestras vidas bondad, inteligencia y un incomparable sentido del humor (y lo que a mí me pareció casi satisfacción por su parte escuchando a las niñas cómo quieren a un innombrable "-pues os monto  en el coche y nos vamos los tres a verle a Ganada", dixit-), cargado de anécdotas sobre personas a las que quiero como mi Familia; la inquietud expectante de anoche; la preparación y colocación de los regalos, el picoteo para Sus Majestades y el agua y la comida para los camellos.
Y hoy el día D para todos los niños sea cual sea su edad. Confieso que este año los Reyes, por muy Magos que sean, se han equivocado completamente, porque ni de lejos he sido lo suficientemente bueno a lo largo del 2011 para el reglo con el que me he encontrado esta mañana: la emoción de mis hijas al despertar; las caras atónitas al entrar en el salón y la emoción desatada al abrir los paquetes; la emoción incontenida de María; los ojos, los ojazos negros de mi madre disfrutando del espectáculo (una niñuca de setenta y siete  años con la sonrisa y la mirada de una chiquilla de siete). Poder contemplar algo así es el mejor regalo para cualquier marido, para cualquier padre, para cualquier hijo. Y todo sucedió alrededor del Misterio con una vela prendida a los pies del Niño.
Mientras veía semejante espectáculo no pude dejar de recordar algunas escenas de estos días: la cena de Nochebuena; la Misa del Gallo; un gran hombre sentado a mi lado en una Eucaristía de 9 en PS antes de que acolitara y el inmenso Pastor que la presidió; un chaval solo ante Melchor. Ese chaval lleva en mis oraciones desde que le vi, completamente solo, darle su carta al Rey. Debería de tener unos nueve años, iba sin compañía, y simplemente le dejó el papel sin mediar palabra; pero la cara que vi irradiaba felicidad y esperanza. Él ha hecho que esta mañana, en la Misa de Niños de los Redentoristas de Santander, le tuviera presente junto a todos aquellos que esta mañana no han tenido regalos, con todos los que esta mañana no han tenido una familia con la que compartir ni siquiera la nada.
Ya está todo listo para partir mañana hacia casa. Mis manos están preparadas para el 2012.

lunes, 24 de octubre de 2011

La Liturgia de las Horas


Por fin esta mañana he conseguido sintonizar Radio María en el coche. Me ha costado pero por fin lo conseguí. Desde que madrugo un poquito más para sacar un rato de estudio por la mañana en la oficina, antes de que empiece la jornada laboral, he tenido que abandonar Laudes y ¡cómo lo echo de menos!

Hace ya tiempo que le pedí tímidamente a un sacerdote Redentorista que me viene acompañando que me indicara cómo seguir el rezo de las horas y desde entonces tengo que confesar que me he enganchado. Obviamente, no las intermedias, uno hace lo que puede dentro de la estructura de su vida, y las intermedias no tienen cabida. El caso es que los madrugones me llevaron a abandonar Laudes entre semana; creo que para hacerlo aprisa es mejor no hacerlo. Requiere su tiempo y un cierto climax. Parecerá un contrasentido, pero el atascazo es perfecto. Mejor dicho, lo que es perfecto es poder seguirlo con Radio María por que el convencimiento de que rezas con gran parte de la Iglesia se hace realidad. Sin duda, comienzas el día de otra manera. Y a mí me venía haciendo falta, después de una semana poco acertada, justo la semana –menuda coincidencia- en que no seguí Laudes. En fin, ya ha comenzado otra. Y de las torpezas propias no podemos más que aprender, cuando del error hacemos enseñanza para tratar de no volver a caer en él. Una simple torpeza que, sin intención alguna, puede herir a los demás. No me habría dado cuenta, si mi torpeza no hubiera tocado a alguien querido y cercano y que me muestra que, por querido y cercano, en ocasiones al menos habla con claridad meridiana y confianza lo que quiere decir que uno algo también le importa. Muchas veces no medimos nuestras palabras, no le damos importancia, y ni nos enteramos. El caso es que caer, aparte de las magulladuras, nos da la oportunidad de mejorar. De mejorar y de poder pedir perdón que cuando se ofende o simplemente decepciona, es un ejercicio sanísimo; perdón a la persona afectada. Me quedo con eso. Y ahí vamos, scalando poquito a poco; unas veces parece que te vas a caer al abismo, otras que te quedarás permanentemente colgado, y de repente viene una mano firme que te ayuda a asir con fuerza el piolet.

Laudes o cualquier otra oración, cualquiera que nos ponga de verdad, de corazón en disposición de ofrecer nuestra jornada al Señor es la mejor manera de empezar el día. Ese sacerdote que me acompaña dio hace unos meses una charla sobre la oración que por profunda, clara, explícita, sincera y breve creo que debería ser conocida por todos. He tenido la oportunidad de releerla recientemente y confieso que no deja de asombrarme. Es un lujo poder contar con alguien cercano, tan normal y de semejante calado espiritual; y hacerlo en familia y con mi familia no tiene precio.

El caso es que animo a todo el que quiera acercarse a descubrir la Liturgia de las Horas a que lo haga sin dudarlo. No es algo sólo para conventos o sacerdotes; pertenece a todo el pueblo de Dios, “a todo el cuerpo de la Iglesia”, a todos los fieles, y por lo tanto también a los laicos. No seáis tímidos, animaos e intentadlo.

Yo hoy me quedo con una parte del salmo 41:

“¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
Salud de mi rostro Dios mío.”