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domingo, 3 de agosto de 2025

Tor Vergata

 

He seguido con devoción en 13TV la vigilia de oración con los jóvenes que ha presidido el Papa León XIV en Tor Vergata. Un lugar ardiendo de fe, anhelos, ilusiones. Y Esperanza.

Este jubileo de los jóvenes, convocado por el Papa Francisco, muestra al mundo una juventud viva, inquieta y sedienta en busca de Cristo. El futuro de la Iglesia y del mundo, de las sociedades a las que cada uno de ellos pertenece. Sin embargo, lo realmente importante no es lo que se muestre al mundo si no lo que cada uno de esos jóvenes esté viviendo en su interior, asentando en sus vidas y fortaleciendo en comunidad con la intensidad propia de su edad. Siguen a Cristo, que no al Papa, aunque también.

Siempre que veo estas ingentes concentraciones no puedo evitar recordar a San Juan Pablo II en la Plaza de Colón de Madrid en 1993, o la JMJ de 2011 también en Madrid. En la primera recuerdo como si acabara de celebrarse la Eucaristía y canonización de San Enrique de Ossó presidida por “mi” Papa, el Papa de mi juventud y la mayor parte de mi vida. Una personalidad arrolladora, una fuerza imparable que movió a millones de jóvenes de varias generaciones; una auténtico regalo de Dios. La JMJ de 2011 con el gran teólogo Benedicto XVI, jamás olvidaré la profundidad, claridad y bondad de su mirada.

Siempre es Pedro. Ningunos de los Pontífices se ha librado de críticas, en ocasiones realmente crueles. Representantes de Cristo en la Tierra. Hombres de carne y hueso, cada uno con su origen individual, su propia historia y caracteres diferentes. Por eso mismo yo también tengo mis afinidades más o menos marcadas respecto a cada uno de los últimos cuatro Papas. Pero esa es una cuestión carente de interés por estrictamente personal. En todos ellos he visto a Pedro, a quien cada uno de ellos ha sucedido.

Sin embargo confieso abiertamente que León XIV me entusiasma, sin fisuras. Afable, claro, tranquilo y contundente. Cercano, emotivo, sin reflejar ni un ápice de amargura; reflejo de Esperanza, confianza y alegría. Otro regalo de Dios en nuestro tiempo. Acerca, directamente acerca y no creo que genere rechazo en nadie. Ya vendrán críticas de los agazapados detrás del visillo de sus propios miedos, inseguridades, amarguras y complejos.

El Papa y Cristo en la Custodia. Y ese más de millón de jóvenes de todas las razas, nacionalidades, culturas, cada uno con sus anhelos, inquietudes, sueños, vocaciones. Universal Iglesia. Católica Iglesia. Y entre esos jóvenes mi hija Paula, mis sobrinos Ignacio y Almudena, y Marta, Álvaro o Inés y tantos jóvenes Redentoristas en cuya familia me incardino dentro de la Iglesia común. Un auténtico lujo de chicos. Le pido al Señor por ellos, que los cuide, y especialmente dé consuelo a las familias de las dos chicas fallecidas en Roma. Entregar la Vida mientras peregrinas es ganar un puesto privilegiado en la Mesa del Padre.

Si alguien lee estas torpes palabras, le animo a unirse en oración.

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