Scala News

jueves, 22 de marzo de 2012

Por un joven universitario


Esto de internet, las redes sociales, blogs, etc., no deja de sorprenderme. Impresiona cuando vas poquito a poco siendo consciente de cómo se forman conexiones, muchas veces anónimas, e insospechadas totalmente, pero en la mayoría subyacen búsqueda y pasión comunes; otras veces simple curiosidad, un cierto apoyo, o tratar de encontrar información que nada tiene que ver con este Blog. Esto último me hace bastante gracia, gente que, a través de google, trata de encontrar guarradas irreverentes y se encuentra con una de mis entradas sobre un reportaje fotográfico de una actriz española en cueros en una Capilla ¡me imagino sus caras de decepción!

Pero también aparecen quienes se unen en oración por quien ni siquiera conocen, personas con las que compartir. Me encuentro sobrepasado con visitas de los cinco continentes, visitas desde algún país donde el acceso a internet es bastante más que difícil y en el que ser cristiano es un delito, y ahí siguen, con la misma periodicidad, leyendo lo que un torpe hombre va tecleando, lo que a un minúsculo puntito del planeta le sale del corazón. Porque eso y no otra cosa es lo que escribo, sin intención  ni de agradar ni de ofender, lo que me sale del corazón; eso sí, con Cristo en el corazón y el corazón en las yemas de los dedos.

Recibo bastantes mensajes que no son publicables, y que me hacen temblar cuando me enfrento a la plantilla de Word en blanco, porque jamás pensé que esto pudiera tener la más mínima repercusión en la vida de nadie; confieso que me confunde y en ocasiones me infunde demasiado respeto. Haber perdido hace ya tiempo el pudor al hablar de mi fe, que el centro de mi vida sea El que es, tanto en mi casa junto a mi mujer y mis hijas, como de puertas afuera (porque no hay ni espacios, ni separaciones, ni compartimentos); querer vivirlo, que es tanto como querer gritarlo, y hacerlo; compartirlo, y la respuesta de todo ello…  lo que más claramente me muestra es la cantidad de “yos” que hay repartidos por el mundo.

Y todo porque alguien me aconsejó un miércoles 23 de junio que escribiera; era la segunda vez que nos sentábamos a hablar y, ya desde la primera, suelo evadirme mentalmente a ese despacho acristalado, que echaré de menos, donde siempre encuentro al Señor. Lo que obviamente no me dijo es que lo hiciera público; eso ha sido cosa mía, que cuando uno pierde los miedos se encuentra haciendo las cosas más insospechadas. Y aquí me encuentro unos seis meses después y con unas seis mil visitas. Agradezco todas, todas; la de algún joven desconocido que duda, la del solitario reconfortado por compartir la fe, las lejanas y las más cercanas. Vuestras dudas, vuestras certezas, vuestra presencia también me sostiene a mí.

Pero todo se ha vuelto tan grande y tan natural, que continúo con la misma naturalidad con algo tan sencillo como contar lo que siento, porque, como hace poco me escribió un sensacional joven laico Redentorista no es más que “dar salida a algo que explota si no se cuenta, algo que no se puede callar”. Y a mí eso me pasa desde que me levanto hasta que me acuesto, sin estridencias, y de la forma más normal. Tan normal y natural como la vida, y no hay nada tan normal y natural como la Vida de la mano de Jesús.

Estas líneas de hoy van explícitamente dedicadas a un joven estudiante universitario de Sevilla que hoy me ha enviado un comentario que no publicaré –sé que agradecerás que no lo haga- y a quien no conozco. Sólo te repetiré lo que decía San Alfonso: “no se puede honrar de mejor manera a Dios, nuestro Padre, que a través de una CONFIANZA sin límites”; los miedos y las dudas no las resuelve uno solo. Y sí, también los tienes allí. Ánimo y confianza: c/ Espinosa y Cárcel 43, Parroquia del Santísimo Redentor.

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