Scala News

lunes, 12 de diciembre de 2022

Sin aspavientos

 

Hacía mucho tiempo que no me acercaba al teclado con intención de publicar algo. Tras unas cuantas personas que me pararon, encantadoras, porque me seguían por aquí tuve la incómoda sensación de que empezaba a parecer más importante el mensajero que el mensaje. Y eso es lo último. Coincidió más o menos en el tiempo con una petición que me hicieron para dar unas charlas a sacerdotes en una diócesis del Levante español. No me sentí digno de ello, pero luego pensé que si una cierta congregación eligió en su momento a monseñor Setién para dar un retiro a sus sacerdotes, mucho menos daño iba a hacerles yo estos. Finalmente, no cuajó y el caso es que yo he ido dejando que el blog repose.

Sin embargo, ayer estuvimos en la misa final de un retiro de fin de semana al que acudió mi mujer en la Comunidad de Madrid, y anduve dándole vueltas sobre si escribir o no hacerlo. Partamos de la base de que a mí, personalmente, no me gustan nada los retiros por sexos. No entiendo el concepto. Menos aún cuando se trata de gente casada. Yo no soy yo desde el 31 de octubre de 2003; desde ese día soy yo con María, mi mujer. Un todo compacto junto a Cristo. Por mucho que sorprenda es así. Y así de bruto soy y lo digo. Me parece casi atentar contra la base misma del sacramento del matrimonio esa separación de un todo compacto que se perfecciona día a día; lo encuentro casi aberrante. Además, no hay un Evangelio para hombres y otro para mujeres. Insisto, así de bruto soy. Como tampoco me gustan las reuniones de amigos en la que acaban hombres por un lado y mujeres por otros; me produce una pereza monumental.

Ella quiso ir y fue. Y yo me disponía a escribir sobre eso cuando recibí una llamada que me hizo cambiar el rumbo -claramente Dios no quería que me pronunciara más sobre el tema en público-. Lo tengo claro.

Recibí una llamada de un consultor de Michael Page para preguntarme sobre una cierta persona. En mi antigua empresa pasamos unos últimos meses bastante penosos, trabajando sin cobrar, hasta el cierre concursal el pasado 27 de octubre. Yo he sido un auténtico privilegiado porque recibí varias ofertas espontáneas y ni siquiera tuve que pasar por el SEPE. Me pidió referencias de un ex compañero de trabajo y le di los datos y los contactos de otros 8. Excelentes profesionales que han estado dejándose la piel en su trabajo hasta el último minuto incluso sabiendo que estábamos avocados al cierre. En esa llamada comprendí que Cristo necesitado estaba en ese puñado de personas con las que he compartido el día a día laboral durante seis años, ahora en paro y acercándonos a la Navidad… y me pareció mucho más importante, necesario y justo tratar de echarles una mano.

Aunque pueda parecer lo contrario no soy ni de aspavientos ni de ir buscando teofanías por las esquinas. He tenido la suerte de sentir a Jesús vivo a mi lado y en mí desde niño de la mano de Calasanz; de mayor rasgó la máscara de mi debilidad un recién ordenado sacerdote Redentorista en una micro homilía durante una misa de diario un 12 de mayo y me topé, de nuevo, con Él (estaba donde siempre había estado, que es donde siempre está). La madrugada del 15 de agosto de 2002 le sentí con una nitidez y fuerza inexplicables en el revoloteo de las pestañas de María cuando volteó la cabeza para mirarme mientras nos presentaban; no éramos dos, éramos tres, El, María y yo. 

Con todo y a pesar de los pesares, uno cae, y se levanta. Tropieza y vuelve a caer casi como el día de la marmota. Pero esa tozudez innata y la perseverancia marca de mi padre San Alfonso hace que uno siga levantándose y levantándose. Sin más.

Él está en las cosas pequeñas y sencillas. Ahí es donde yo le encuentro. Ayer, tras la misa de ese retiro se nos acercó una señora y les dijo a mis hijas: “vosotras claro, ¿en esto de la fe “cero” verdad???”. Alucinante pero cierto. Tal cual. Sentí cómo invadían su intimidad desde la supina ignorancia y, por supuesto, quien inquiría se mostraba evidentemente superior, en un estadío casi inalcanzable del proceso de fe. No dejé que contestaran ellas; lo hice yo. Sorprendentemente calmado y tranquilo.

Y como el Señor va escribiendo tranquilo, pues esta mañana al despertar me topé con este hilo de mi amigo el Padre Patxi Bronchalo (imperdible): https://twitter.com/PatxiBronchalo/status/1602070166090797057

Perdonadme por lo extenso de hoy, pero es que una vez más Él se me ha mostrado en los humildes y en lo insignificante de una llamada de teléfono. Sin más. No me hace falta más que continuar scalando en familia. En gerundio. Y dando gracias, que también es gerundio.