Scala News

sábado, 18 de agosto de 2018

Piedras de molino


El informe del gran jurado de Pensilvania ha sacado a la luz las depravaciones sexuales con menores de una importante parte del clero de esa diócesis. Crímenes deplorables cometidos con el halo de impunidad de ser quienes eran los criminales. “"Pero al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos, y le hundan en lo profundo del mar". (Mateo 18:6)

La gravedad de los delitos es, más allá del tipo penal, injustificable y deleznable. Ojalá la justicia sea tan ejemplar con cada uno de los delincuentes como ejemplar se suponía que debía de ser su conducta. “El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él.” (Ezequiel 18:20). Los delitos individuales, individuales y personales son cuando lo son. En este caso, como en tantos otros, la perversión se eleva hasta límites insospechados por el silencio, el compadreo, la connivencia. Uno lee las noticias y le da la sensación de estar frente a una auténtica organización, un entramado diabólico para encubrir y continuar delinquiendo, abusando de los más indefensos para satisfacer unos impulsos sexuales deformados. ¡Qué profunda revisión es también necesaria en materia y pastoral sexual! Urgente y necesaria.

Lo siento, pero que el portavoz del Vaticano mencione que no se han encontrado “apenas casos después de 2002” me parece, cuando menos, torpe. Las reformas de la Iglesia en Estados Unidos han reducido drásticamente la incidencia de los “abusos” cometidos por el clero…. ¡FALTARÍA MÁS! El lenguaje y la forma deben ser más, mucho más, muchísimo más duros, claros y contundentes. Han de abrirse puertas y ventanas en cada rincón de la Iglesia, de cada uno de los rincones en los cinco continentes. Abrirse, denunciar con claridad, sin miedo y sin temblores de manos desde dentro. Caiga quien caiga, porque si no caen todos, porque si se calla, se sigue encubriendo y siendo cómplices de los criminales. Caiga quien caiga, por muy alto que sea; es mayor el escándalo del silencio que el que pueda llegar a producir escuchar ciertos nombres o cargos.

La petición de perdón está muy bien, es necesaria, pero no tanto por los delitos individuales como por el silencio y la connivencia.

Eso sí, que se ponga el dedo sobre las manzanas podridas, no sobre todas las manzanas. Cuando escucho en las noticias que un padre ha violado a un hijo, yo no salgo con vergüenza a la calle, ni nadie me señala con el dedo. De igual forma clérigos delincuentes lo son quienes delinquen y encubren, no otros.

Yo hoy pido por todas las personas que han sido víctimas de abusos sexuales por parte de miembros destacados de mi Iglesia, sean religiosos, sacerdotes, obispos, cardenales o laicos “comprometidos”. Pido a Nuestra Madre del Perpetuo Socorro que interceda para que el Señor les conceda la paz de espíritu necesaria para seguir viviendo con tranquilidad, la fortaleza de espíritu necesaria para rehacer sus vidas. A las víctimas directas y a sus familias.

Pido por esos criminales que, amparados tras una sotana, un alzacuellos o unas zapatillas de deporte, siempre tras el halo de santidad de lo que representaban, han destrozado y violentado a los más indefensos. Que paguen con dureza su pena y alcancen la Redención que a todos nos ofrece Cristo.

Pido por todos los buenos y sanos sacerdotes, religiosos y laicos comprometidos de mi Iglesia. Que sigan sintiéndose fuertes y confortados por la oración común. Cristo dirige la Iglesia en la que remamos todos. Mi Iglesia.

No podía callar y seguir scalando en #Familia.




miércoles, 15 de agosto de 2018

Como niños


Todo el que se acerca a estas líneas sabe que el único propósito de este humilde blog no es más que mostrar la vida normal y corriente de una familia cristiana normal y corriente. Nada más. Sí, es cierto que vivimos nuestra fe bajo el carisma Redentorista, pero la e-evangelización que trato de mostrar son fallos y debilidades, caídas y esfuerzos por mantenerme en pie. En ocasiones, no siempre, la expresión del ejemplo se conjuga también con la Palabra.

El Evangelio del 14 de agosto (Mateo 18,1-5.10.12-14) contiene una frase especialmente significativa para lo que le ha ocurrido a mi familia hoy: “Os aseguro que, si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos.” Casi todos los primos Casanueva nos hemos vuelto un poco niños y, más de 30 años después, de nuevo nos hemos reunido y abrazado. Quizás ha sido el primero de nosotros en llegar a la Casa del Padre quien lo ha propiciado, y el empeño de algunos lo materializó. El caso es que hoy, en casa de mi hermana Ana, hemos podido volver a estar juntos.

A la rama catalana no la veíamos desde hacía décadas, pero cuando los he tenido delante la sensación ha sido de continuar con la conversación del día anterior… Es curioso, pero además de hacernos niños, el 14 de agosto celebramos a San Maximiliano Kolbe quien ofreció su vida en Auswitz a cambio de la del sargento polaco Franciszek Gajowniczek, esposo y padre de familia. Se ofreció un día como hoy para que una familia permaneciera unida… Hoy en el cielo quienes ya contemplan la Verdad y experimentan la misericordia del Redentor, sin duda, habrán celebrado nuestra particular Paz en la tierra.

Reencuentro entre nosotros y presentaciones de los políticos. Todo muy normal, pero inmensamente extraordinario. El Espíritu sopla y actúa. El libre albedrío individual nos hace reaccionar de una u otra forma; allí estábamos. Casi todos.

Yo doy gracias a Dios por el día de hoy. El tiempo pasa y no compensa más que mirar hacia adelante. Mirar hacia atrás solamente para recordar el camino común, el cariño común, las alegrías compartidas, las raíces.

Yo hoy pido, y os animo a uniros a mi oración, por las familias separadas, por la unidad de las familias, por quienes están solos en el mundo, por quienes nunca han conocido el calor de una #Familia. Pido por ellos y doy gracias al Señor por la mía.