Scala News

jueves, 21 de junio de 2012

Decir adiós duele


Queridísimo Amigo:

Te dije que sí, que te dedicaría una entrada, y aquí estoy. Lo primero que te quiero dar son las gracias por compartir todo eso conmigo.

Ya te lo dije, las decisiones personales son eso, personales, y hay consejos que no se pueden dar, los pasos de la vida son de uno mismo. Pero ten en cuenta que es mucho el Amor, la ilusión, la fe y el empeño personal que llevas puesto, arrastrando en ello a toda tu familia; no lo esperabas, pero tu mujer y tu prole, aunque en la distancia inicial te fueron siguiendo. Casi todo lo ves como una gracia, como un regalo, pues piensa que la implicación familiar es también un signo y creo que es el signo más bello de que las cosas van por el camino recto.

Considera que uno no siempre cae bien, nadie está en la obligación ni de tenernos simpatía ni mucho menos de querernos y que el hecho de estar a nuestro lado es una gracia cuando están, pero eso no tiene porqué ser permanente, ni convertirse en una exigencia por nuestra parte. Ni siquiera el acompañamiento, o como quiera que lo llames, debe convertirse en una soga para quien escucha. Tu puedes seguir queriendo en la distancia, aunque te duela; aunque, como me cuentas, desde hace algún tiempo lo que escuchas son excusas burdas, infantiles o sustentadas en mentiras o medias verdades. Sí, puede ser cierto que después de tanto tiempo lo que duela sea la excusa en lugar de un planteamiento sincero y abierto, pero también es cierto que nuestro corazón tiene capacidad suficiente para ser comprensivo y acoger la debilidad del otro. Tu sabes que el corazón se rompe, pero también sana. Has pasado en tu vida, desde temprano, por situaciones más difíciles; recapacita sobre cómo y de la mano de quién te recobraste. No sé si te has llegado a plantear que quizás haya demasiado “yo” en todo esto y bastante poco de los “otros”.

Me cuentas que hay muchísima gente ahí a la que quieres y a la que no podrás olvidar jamás. Bueno, es que no hay porqué dejar de querer, y mucho menos olvidar a aquellos entre quienes has sido tan feliz. Pero recuerda que su compañía te fue dada por añadidura, que tú ni les buscaste ni fueron tu objetivo; en teoría el objetivo es una misión divina a la que tu decidiste unirte de manera voluntaria, no personas concretas; y a mí alguien me dijo un día que Dios es inmutable y es Él quien guía la barca. Es una tormenta en un mar de fe. ¿Sabes? Un mercader cretense en el siglo XV, pidió a la Virgen que cesara una violenta tormenta y así finalmente el Icono del Perpetuo Socorro llegó a Roma. El Perpetuo Socorro de María. Ahora que estamos en su Novena, te tengo a diario presente. Descansa en la oración; abandónate en el Señor y que sea Él quien decida.

Pero sé consciente de que aquellos a quienes quieres, seguro que también te aprecian a ti, aunque eso no sea lo importante. Ni siquiera uno mismo lo es. Uno no es útil siempre, necesario siempre. Además, puede que no cuenten aparentemente contigo, pero que te tengan mucho más presente de lo que imaginas.

Tu no tienes nada parecido a la obligación de la perseverancia. Pero persevera; quizás dándote un tiempo, a medio gas, en la distancia, pero no yo no claudicaría de manera radical.

Recuerda el principio, recuerda el porqué, recuerda el cómo. Decir adiós no es sencillo, sin duda duele. Pero a lo mejor no es necesario decirlo.

Y no compares; no te compares con nadie, y mucho menos conmigo que no soy digno de ello ni ejemplo de nada. Sólo Jesús es nuestra medida.

Pero si finalmente no eres feliz, nada de eso te hace feliz, entonces hay que ser también consciente de que decir adiós es bueno a veces, por mucho que duela. Aún tienes tiempo. Y tienes amigos, una palabra que yo no vacío de contenido. Tener amigos es tener a Dios a tu lado. Pero, sobre todo, le tienes a Él.

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