Scala News

viernes, 10 de febrero de 2012

Vigilia en PS: la salud derecho de todos


Hay ocasiones en las que uno se siente pequeño, muy, muy pequeñito, aunque a la vez tremendamente afortunado. Acabo de vivir una de esas situaciones. En mi parroquia, el Perpetuo Socorro de Madrid, hemos celebrado una vigilia de oración uniéndonos a la campaña de Manos Unidas. Me he sentido minúsculo participando en la oración, pensando que no soy más que una gotita en un océano de fe; me he sentido diminuto al contemplar a un sacerdote que adora a su grupo de jóvenes, que se entrega a su grupo de jóvenes, que se desgasta por ellos; a unos religiosos, Redentoristas, que se desviven por todos nosotros, porque la parroquia sea un germen de fe para nosotros y para el mundo; me he sentido insignificante entre tanta gente buena y entregada. Y todos queridos

Pero confieso aquí que al mismo tiempo me he sentido afortunado y grande. Afortunado por estar allí formando parte de una Familia universal que es la Iglesia, formando parte de la Familia Redentorista junto a mi mujer y mis hijas (Paula, la pequeña, se quedó dormidita casi antes de comenzar) que nos acogieron desde el primer momento como si siempre hubiéramos estado allí. Y grande, inmensamente grande porque sé que Dios me ama y pensó en mí desde el principio de los tiempos. No sé si dudó o no, pero el caso es que decidió crearme, a mí. Una creatura suya, producto de su amor. Y encima va y piensa en María también, y nos regala dos niñas y una comunidad fuera de lo común. Cuando más lo necesitaba ahí estuvo Él, en la mano de un gigante innombrable.

Reunidos como gesto por los más necesitados que no pueden acceder a un sistema sanitario mínimamente justo. Pero no podía dejar de pensar en todos los niños que estaban con nosotros y en Damián y Juan Antonio; y los jóvenes, ese grupo de chicos entregados a los que tanto quiero y admiro, buenos, buenos de verdad y acompañados por quien mejor puede encarnar esa propia definición. Y varias familias más de nuestro grupo de matrimonios con Octavio; y tantos mayores de quienes aprender, y el P Nicanor, el P Olegario, el P Antonio, el P Manuel, el P Rafael…. Y Pedro, que simplemente es eso, Superior. AFORTUNADO ¿o no?

Entre todos nosotros, como quien no quiere la cosa, una persona a quien conocí la tarde anterior, en la reunión para preparar la Vigilia. Una persona normal y corriente. Se llama Regina y es ginecólogo. Nos contó como lo más normal cómo, debido a su experiencia misionera, a pesar de ser de letras puras, eligió medicina precisamente para poder ayudar como médico a los más necesitados. Y así lleva unos veinte años, entregando su tiempo y su trabajo en aproximadamente dos viajes anuales a África. Y yo ahí. ¿Es  o no para sentirse diminuto? Pero al mismo tiempo, una vez más, grande. Sí, grande. Porque allí estaban mis hijas pudiendo vivir todo eso con naturalidad. Cómodas, en casa. Rodeadas de gente a la que quieren (Jorge, Lalo, Cris, Damián, Manuela…), en una Comunidad inmejorable. Y todos acompañados y sostenidos por la Congregación del Santísimo Redentor. Como padre ¿es o no para sentirse inmenso? Por toda cena pan, agua y vino. ¿Poco? Qué va, nada llena tanto como esta gente; nada llena tanto como el Amor de Dios.
¡Cómo debe estar de contento ahí Arriba un tal Alfonso!

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