Scala News

sábado, 14 de abril de 2012

Felicidad compartida


Acabo de leer una noticia sobre el II Congreso Internacional de la Felicidad, en el que se afirma que la felicidad es más si se comparte. Una frase bonita, pero bien pensado, es que ¿puede no compartirse? Es decir, cuando uno es feliz creo que lo comparte de manera instintiva, por naturaleza, en el rostro, en ese saludo mañanero en el ascensor sin necesidad de All Bran, en la actitud cotidiana, en la manera de afrontar los obstáculos diarios. Si no es así, si no se nota, se podrá estar más o menos contento, o satisfecho, pero feliz, lo que se dice feliz me temo que no. Bueno, lo que podamos experimentar como cercano a la felicidad, porque yo soy de los que piensan que aquí simplemente la rozamos, pero que la felicidad plena solamente la alcanzaremos cuando experimentemos, cara a cara, la plenitud del Amor de Dios. Y sabemos que la experimentaremos gracias a lo que celebramos los católicos en estas fechas, la Resurrección, la Redención abundante que nos viene de Cristo resucitado: Copiosa Apud Eum Redemptio.

Eso sí, la sensación que experimentas tratando de contribuir a crear el Reino aquí mismo, es extraordinaria. Y eso solamente se hace compartiendo. No puede ser de otra manera. Eduardo Punset afirma que la felicidad es la ausencia de miedo, y desde el punto de vista cristiano es consecuencia directa de la fe, la certeza, la convicción en la realidad de la Resurrección. Esa ausencia de miedo, esa felicidad, esa fe, a lo que te lleva es a compartir, y puede que la experimentes por primera vez compartiendo. ¿El qué? Pues la Vida, tu vida, tratando de llevar Vida a los demás. Uno a veces trata de hacerlo, puede que se quede en un intento, puede que acierte o puede que no, pero el propio intento genera un climax de inercia bastante más que positivo.

No hay más que mirar a la cara de todos aquellos que entregan su vida a los demás, a los más necesitados. Lo que ves es un nítido reflejo de felicidad. Con los problemas personales, con situaciones concretas, con dudas momentáneas, con trabas, pero si miramos fijamente al fondo de los ojos de esas personas encontramos un océano de serenidad y paz. Esta noche, el Grupo de Matrimonios de PS al que pertenecemos María y yo hemos celebrado una Eucaristía en la Capilla de la Comunidad Redentorista, presidida por el P Octavio Hidalgo, en la que compartimos abiertamente experiencias y sentimientos de esta Semana Santa. Uno de los miembros, Marina, quiso expresar en voz alta un agradecimiento explícito a los Redentoristas en su conjunto y personal a cada uno de los que conoce “porque son especiales”. ¿Veis? No es que yo sea raro por contar por aquí lo que vivo, es que son especiales de verdad. Compartir en Comunidad te hace reflexionar sobre lo vivido dejando brillar claramente la auténtica dimensión de todo ello: la fe. Y el gozo por la Resurrección, compartido, se expande e intensifica.

Pero es que eso de que la felicidad es más si se comparte se puede constatar incluso inmerso en situaciones de dolor, trágicas, límite o desesperantes, porque tratar de aliviar el dolor es acercar la felicidad y comenzar a contagiarla. Se puede comprobar en comedores sociales, en hospitales, en alberges para “sin techo”….

Compartir la felicidad la aumenta, compartir el dolor lo difumina.

Si eres feliz no puedes más que compartirlo, si no lo haces o no eres realmente feliz, o dejas de serlo.

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