Qué gran tarde con qué gente tan buena. El milagro de la tecnología
fue, hace ya bastante tiempo, provocando contactos iniciales; el milagro de la
fe fue propiciando encuentro, generando comunión. Esta tarde se materializó físicamente
la reunión de dos familias, los Casanova, Escolapios, y los Casanueva,
Redentoristas.
Una estupenda representación de La Guerra de Troya para niños
en Caixaforum y una entrañable merienda en Vip´s. El encuentro inicial fue con
Esther y sus hijos, cómodo, muy, muy cómodo. Impresionante comprobar la
capacidad infantil de incorporarse al otro, de integrarse, hacerlo propio con
una naturalidad envidiable que lamentablemente tantas veces se va perdiendo con
el paso de los años. Al poco rato llegó Santi. Le vi avanzar y me acerqué a
él como si hiciera tiempo que no nos viéramos, aunque aquel fue en realidad el
primer abrazo.
Reflexionar ahora en casa, tranquilamente, sobre la naturalidad y
apertura de cómo transcurrió todo, es darse cuenta de la comunión, de la
hermandad que genera una misma fe. Creo que no es más que una gracia; no tengo
otra manera de explicarlo. Ahí estábamos todos, como si tal cosa. Compartiendo
tiempo, compartiendo nuestra visión sobre una Iglesia plural, sobre la Iglesia
que es presencia real también en los ámbitos más cotidianos de la vida, sobre
los Laicos; compartiendo Vida. Charla sobre Escolapios, sobre Redentoristas,
sobre los religiosos jóvenes, sobre las ganas, sobre el empuje, sobre la
fuerza, sobre las ideas que me llevó a sentir que otras dos personas, dos
religiosos y sacerdotes de treinta y dos años, estaban también merendando con
nosotros.
Niños, trabajo, dones, padres, jóvenes…. Un poquito de
Evangelio entre quesadillas y hamburguesas, y ese genial comentario sobre un
señor que hace más de dos mil años convertía el agua en vino y andaba entre
prostitutas, y que a mi casi me hizo sonreir al darme la sensación de que una tal Inma se incorporaba a la
conversación… mientras sonaban –quizás demasiado alto- las voces y las risas de
los pequeños.
Una tarde en comunión que debo agradecer a un señor de Peralta de la Sal,
a un señor de Marianela; a José Fernando, a Jorge. Una tarde que agradecer a
Dios. Ocho corazones latiendo por Él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario