Scala News

lunes, 9 de abril de 2012

Una alegría monumental


Lunes de Pascua, y ¡con sol! Después de una Semana Santa pasada por agua. Lunes de felicitaciones y caras sonrientes. Creo que me está pasando como cada vez que mi mujer estaba embarazada, que no paraba de ver gestantes por la calle. Pues ahora igual, con la novedad de que en el trabajo, con mis jefes, la primera media hora larga del día ha sido un intercambio de anécdotas y reflexiones sobre la Pascua. Y eso sí que es una novedad para mí.

Hoy ha habido alguien, que prácticamente no me conoce, que me ha dicho que yo tenía un puntito emocional que le encantaba, aunque no sabía si mostraba fortaleza o debilidad. Está claro que no me conoce, de otro modo no tendría dudas al respecto. Esa afirmación confieso que me ha descolocado un poco. La realidad es que si se llega a atisbar en poco tiempo ese “puntito”, tiene tanto de una cosa como de otra. Pero lo cierto es que los que me conocen bien, lamentablemente saben que se puede tornar en punzones para mi mismo. Que me recuerden algo así, justo ahora, no me hace más que desear que los punzones se hayan quedado en el sepulcro con esa parte de la vida que en ocasiones pasa factura.

Comenzar el día con Laudes y la letra de una canción, ir a misa y felicitar la Pascua en la sacristía con un abrazo al Padre Olegario al acabar, es un tirabuzón de alegría con el que caer de pie, firme y para comenzar la semana de la mejor manera. Tiene el don de alegrar cualquier mañana, aunque no sea Pascua.

Una jornada de sonrisas continuadas (una muy especial que mandé por WhatsApp a un tontorrón) en la que, sin saber por qué, me vienen algunos flashes de estos días pasados: la ilusión infinita por unos sencillos olivos; unos amigos –de los de verdad- de Madrid, entrando con sus hijos en Viernes Santo en la Parroquia Redentorista de Santander, que me hizo una ilusión especial (sí Rocío, me encantó veros por ahí); otro –toda una vida juntos y mucho, muchísimo más que un amigo- pidiéndome un decenario de la JMJ como el que llevo en la muñeca y que me emocionó, aunque intenté que no se me notara (creo que esa obsesión porque no se me noten los “puntitos emocionales” me hace parecer un borde a veces; pero está claro que en cuanto me descuido saltan a la vista); mi madre CANTANDO en la misa del Domingo de Resurrección (sé que sonará raro, muy, muy raro pero era la primera vez en mi vida que veía a mi madre cantar en misa, y cuando me contó por qué lo hizo simplemente le regalé el abrazo de un niño pequeño); las niñas tras los huevos de Pascua y la cara de María mirándolas; la visita de las niñas a Jorge (y veeeenga huevos). No son más que retazos simples de la vida diaria que le hacen a uno feliz, y que mitigan lo torpe que en ocasiones se puede llegar a ser.

Y la sensación que tengo ahora de qué es lo que más recordaré de estos días cuando pase el tiempo: una alegría monumental; los ojos de mis tres niñas; una alegría monumental; la voz de mi madre cantando en misa; una alegría monumental; la homilía de un cura flipado con el micro en la mano; una alegría monumental; el mensaje de un gran amigo; una alegría monumental; José Luis encendiendo el cirio.

Una alegría monumental: que mi Dios es un Dios Vivo.

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