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jueves, 15 de marzo de 2012

Y todo por un post de José Fernando SchP



Compartiendo en mi perfil de Facebook una entrada del blog de un amigo, me he dado cuenta, una vez más, de que soy un privilegiado. Lo he colgado con una introducción animando a su lectura, y al escribirla pensaba en muchos otros como él. A una claridad sorprendente de criterio se le une una cabeza perfectamente amueblada, una firme vocación a enseñar y un talento especial para escribir. Esto junto a la bondad del religioso y sacerdote que es, da como resultado un inaudito riego por aspersión de Vida. No es mala combinación ¿verdad?

Se llama José Fernando Juan Santos, tiene 32 años y es sacerdote Escolapio. Le conozco, le aprecio y le sigo por las redes. Le siento siempre cerca, y le llevo conmigo. Es realmente incansable, cercano y siempre dispuesto, siempre. Quizás ese estar siempre ahí, siempre dispuesto y ser incansable no sea sino una consecuencia de sus muchos dones, que a quien mucho se le da, mucho se le pide, y él es fuera de lo común (ojalá sus alumnos sean conscientes de la suerte que tienen). Simplemente él se da. A mi me alegra que sea Escolapio; por eso mismo le conocí. Me alegra por la Orden y por Calasanz, a quienes tan agradecido estoy. Una Orden joven.

Creo que ya he contado en alguna ocasión cómo siento que de la mano de Calasanz caí en las de San Alfonso. Y cómo otro extraordinario sacerdote, otra persona fuera de lo común de 32 años, a quien simplemente quiero, - no se puede decir de otra forma- como lo hacen María, y Toya y Paula, como un miembro más de la familia, me introdujo en la vida del Santo del siglo de las Luces. Un granaíno en toda regla que, obviamente, es Redentorista. Metí un dedo, el agua estaba tibia y me tiré de cabeza a la piscina.

El caso es que, enamorado de la espiritualidad alfonsiana, poniéndome a su disposición y sintiéndome miembro de la Familia Redentorista, he tenido la suerte de conocer, tratar y querer a unos cuantos jóvenes extraordinarios que han decidido regalarse, donarse, entregarse a sí mismos. Con alguno el trato es a través de la pantalla del ordenador, pero quizás por su Carisma el ordenador se vuelve corazón que palpita cuando conectamos. Jorge, Bryan, Miguel, Carlos, Damián, Víctor… Carlos, Pablo, Antonio que se van formando. Jóvenes admirablemente bien formados, preparados, sensatos, ALEGRES, FELICES. No sé, quizás sea por esa capacidad innata de multiplicarse, de estar en todo y en todas partes, por cada uno de ellos parece que hubiera setenta veces siete más.

Y eso por no nombrar a los laicos jóvenes, porque si me pongo a nombrarlos agoto la memoria del ordenador. Pero ahí queda, porque Iglesia somos todos, y ellos Iglesia muy joven.

Sea por lo que sea, yo no conozco hoy por hoy nada más que una Iglesia joven, viva, inquieta, con ilusión y que hace las cosas extraordinariamente bien. Es más, es que incluso los Redentoristas de más edad, lo que transmiten es juventud, empuje, ilusión; quitemos el peso natural de los años, escuchemos de verdad, entremos en el fondo de sus ojos, miremos la sonrisa y tengan los años que tengan lo que vemos es esa misma Iglesia joven.

Y la juventud, las ideas, la fuerza, el empuje sin duda traen cambios y adaptación a los tiempos. Pero no conozco ni una Iglesia triste, ni oscura, ni inmovilista.

Claro, que yo soy un privilegiado – y mi mujer y mis hijas- porque el día a día de nuestra vida de fe intensa se desarrolla en la Familia Redentorista y, digamos que en una horquilla de edad que va desde un pequeñín llamado Horacio a otro “un poco” mayor llamado Olegario. Pero mirándoles a los ojos, ambos transmiten la misma ilusión por la Vida.

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