Scala News

martes, 6 de marzo de 2012

El tamaño sí importa


Esta noche he estado viendo un incalificable reality en la televisión (lo de incalificable obviamente es por no hacerlo, porque se me ocurre una lista interminable de adjetivos), y vistos los protagonistas he llegado a la conclusión de que nos pongamos como nos pongamos el tamaño sí que importa; el tamaño y la intensidad. Los comparo con la inmensa mayoría de la gente que conozco y llego a la misma conclusión, y si además lo hago con varios grupos concretos de personas me temo que esa aseveración de que el tamaño importa es empíricamente incontestable.

Sí, como todo el mundo se imaginará me refiero a un músculo venoso y elástico. Creo que hemos de realizar un sano ejercicio de humildad y reconocer que no se trata de una frase hecha, sino de algo que todo el mundo piensa pero no se atreve a reconocer abiertamente. Es más, me temo que tan importante es el tamaño habitual en reposo como la intensidad de su dilatación. Y sí, cuanto más grande es y más intensa su dilatación mayor es el placer que produce. No sé si decepcionaré a alguien o no con mis palabras, quizás puede que haya quien se sorprenda o incluso escandalice porque yo diga algo así, pero aquí no estamos para mentir, y a todos nos llega el momento de hablar con claridad. Lo repito, cuanto más grande es muchísimo mayor placer produce.

Un placer intenso, casi eterno que te puede llevar al éxtasis; un gozo capaz de inundar todos los sentidos de la persona y que alcanza a uno mismo y a todos cuantos toca. Frente a la frivolidad absoluta y lo efímero y perecedero que acabo de ver en la televisión (alegremente compartido entre madres e hijos); frente al aquí te pillo aquí te mato expresado de una manera abierta o bajo velos de un pijerío superestupendo; frente al culto a uno mismo; frente al disfrutar del momento con quien sea, como sea y donde sea, yo conozco otras muchas personas que gozan y hacen gozar con su músculo venoso y elástico. Sí, porque tienen un corazón generoso, incansable, enorme, cargadito de venas y sin parar de bombear Amor por los demás. Gente con unos corazones capaces de dilatarse hasta el extremo con todo el que lo necesite, con los más necesitados; que piensan en cualquiera antes que en ellos mismos; que no descansan y cuando se acuestan ofrecen su día al Señor. Los veo cada día, los trato cada día y sus caras, tanto las iluminadas por la ilusión juvenil como las ajadas por los surcos de los años, reflejan el mismo gozo contagioso.

Esa es la realidad que yo conozco, aunque no salga en la tele, aunque no se mida ni por el éxito material, ni por el físico, ni por los índices de audiencia; simplemente les mueve el anuncio de la Buena Noticia de Jesucristo.

Y he de confesar que a mí, ese músculo venoso y elástico realmente “me pone”; en marcha para seguirle a Él, pero me pone.

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