Scala News

martes, 27 de marzo de 2012

Javier Grijota, catequista en PS


Si yo hoy me quería acostar prontito, de verdad. Pero que no puedo. No puedo irme a la cama sin soltar antes unas cuantas letras.

Hace apenas unos minutos que me ha llegado algo de un amigo, un hombre de fe, uno de esos jóvenes de los que ya he escrito en muchas ocasiones, y no me puedo callar. Ha abierto un Blog que se llama caminando en PS (http://caminarescaminar.blogspot.com.es/p/caminando-en-ps.html). En él encontraréis una expresión de PS desde la vitalidad, el empuje y la entrega de un hombre a quien conocí el pasado mes de agosto. En junio cumplirá 22 años, un extremeño de Don Benito. Brillantísimo estudiante de Ciencas Físicas, con una inteligencia privilegiada pero que parece minúscula si la comparamos con su corazón. Y no lo digo por decir; lo digo porque le conozco, por su vida, por su ejemplo y porque me da la gana, la verdad. Es un hecho fácilmente comprobable.

Él es uno de esos jóvenes que desarrollan su vida de fe en el ambiente Redentorista del Perpetuo Socorro de Madrid. La desarrolla y la entrega como catequista. Y además, ahora, lo cuenta. A quienes soléis leer las cosillas que voy escribiendo os animo a que comencéis a hacer lo mismo con el Blog de Javi y así podréis redondear la idea sobre la labor de los misioneros Redentoristas. La visión de un tipo delgadito, alto, de 21 años y la de otro, gordo, bajito y de 45. Uno de Don Benito y otro de Santander. Con una misma fe y compartiendo una misma Familia. Bueno, con una diferencia fundamental, no nos engañemos, él entrega gran parte de su vida allí y yo simplemente cuento lo que vivo. Ya, ya, no sé ni cómo me atrevo.

Pues él, como todos esos jóvenes, son un auténtico orgullo para la Iglesia, son consecuencia patente de la evangelización de ésta Congregación; son consecuencia y parte activa de su propia misión evangelizadora. Son parte de esa misma Familia. Y yo me siento tan, pero tan orgulloso que no me puedo callar. Uno no puede sino quererlos.

Después de esto, comprenderéis todos que no me podía acostar sin darle, una vez más, públicamente las gracias a San Alfonso.

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