Scala News

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Coaching y autoayuda




Acabo de leer un artículo dedicado a alguien que ha tenido un notable éxito en el coaching laboral, y por extensión en los ámbitos de autoayuda y motivación. Nada de lo que leo me resulta ajeno -bueno, sí obviamente la notoriedad del aragonés al que está dedicado dicho artículo en la edición web del diario Abc-, me refiero a que no me es ajena en absoluto la crudeza del paro; pero sí me son ajenas algunas de las afirmaciones.


Vivimos en una sociedad en muchos sentidos cruel, encastrada en la frialdad del éxito y encajonada en rangos de edad como compartimentos estancos. Valoramos el éxito en el triunfo profesional y medimos éste por una combinación entre el cargo que ponga en una tarjeta y la obtención exclusiva de unos beneficios económicos; y en ello tendemos a sustentar la autoestima. Los rangos de edad, las horquillas de "utilidad social", se expanden del ámbito laboral al social e incluso familiar; eres útil y apto cuando eres joven (más o menos hasta los 35 años), aunque la procreación es más habitual a partir de esa edad según las estadísticas, ergo va a haber unos niños en cierto modo socialmente desamparados. Enfrentarte a la búsqueda de empleo a partir de los 40 es algo más que peliagudo ("overqualified" se convierte en una respuesta habitual), y a medida que pasa el tiempo y las entrevistas se suceden sin éxito comienzan a aflorar las inseguridades. Tendemos a mostrarnos según creemos que la persona que tenemos frente a nosotros desea vernos, en lugar de dar una imagen real y honesta de nosotros mismos; sólo así estaremos realmente seguros.
Motivación, autoayuda, coaching... creo que cuando asentamos nuestra vida en algo efímero (sea el sexo, el dinero, la fama, el éxito profesional) los cimientos son puro barro que se tambalea tan pronto como sopla un viento algo fuerte. Para encontrar un atisbo voluntario de transcendencia en nuestro día a día casi hay que comenzar por coger el diccionario para buscar su significado. Si aquello que hacemos lo hacemos con el fin mismo de ese acto concreto desvirtualizamos el concepto mismo de nuestra existencia. Pero esto no significa menospreciar ni el sexo, ni el dinero, ni la fama ni el éxito profesional, si no más bien encuadrarlos en su justa medida en nuestra propia vida. Al modo más o menos en que Tolstoi lo expresa en Guerra y Paz, hay que amar la vida porque la vida es todo, la vida es Dios y amar la vida significa amar a Dios; y desde la fe pasamos por esta scalando peldaños hacia la otra. 
Tratamos de mantener las apariencias sociales porque vivimos en un mundo de apariencias, obviando una existencia real que es además única; única en sí misma porque es irrepetible y además con consecuencias en la vida de los otros. 
No me tengo por una persona especialmente naif, pero creo que hay un paralelismo entre la fuga de confesionarios y la proliferación de psicólogos, entre la aparición por doquier de manuales de autoayuda y el abandono del acompañamiento. Y esto me indica que ciertamente la gente está desorientada y necesitada de aquello que la sociedad le ha llevado a abandonar; es más una cantidad enorme de personas menores de 40 años ni saben que tienen una ayuda gratis en el interior de cada iglesia, ni se plantean que allí puedan encontrar algo que realmente les haga felices. Entre otras cosas porque nos han acostumbrado a buscar "soluciones inmediatas", y eso es otro error.
Yo estoy a punto de entrar en el "limbo" social de los que ya tienen 45 años (mi mujer es algo más joven); ni somos mayores, ni somos jóvenes, ni se nos encuadra en una clasificación obvia, aunque la mayor de mis hijas sólo tiene 6 años, y la, de momento, pequeña 4. Pero aunque socialmente sea casi inclasificable no me importa, porque tengo un tesoro que no se consigue con ningún manual de autoayuda y que sostiene firmemente los cimientos de mi Vida: la fe. Y eso implica que tengo una familia sólida y la seguridad del camino de Cristo, su vida, su muerte y su resurrección; y un hijo de San Alfonso que me acompaña. ¿alguien da más?

1 comentario:

  1. Dicen que un cristiano sin doctrina no deja de ser un meapilas, un arrebatado, una cacatúa. Por el contrario, aquel que se empeña en buscar la razón de su fe pronto comprende los motivos que sustentan la doctrina que tanto escandaliza al mundo: que el ser humano no pierda su dignidad. Por tanto, querido Scalando, tu artículo me llena de sana curiosidad y enorme envidia.
    M.Aranguren

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