Scala News

lunes, 20 de agosto de 2012

Los "Viejos recuerdos" de mi tío


Acabo de empezar a leer un libro que ha escrito un chavaluco de 80 años, se llama Javier Casanueva y es el hermano pequeño de mi padre. El libro se titula “Viejos recuerdos”, y si bien es fundamentalmente un relato magnífico de una pequeña parte de la historia familiar, se ha convertido sin pretenderlo en todo un compendio de recuerdos de la historia musical y cultural de Santander. Arranca a finales el siglo XIX con el premio extraordinario de mi bisabuela María González Sologaistúa en el Conservatorio de Paris, virtuosa pianista aficionada que junto con mi bisabuelo Juan Manuel Casanueva Granados (primo del compositor) inocularon en los genes familiares un gusto y sensibilidad especiales para la música.

Es a partir de la creación de la Sociedad Filarmónica por parte mi abuelo Eduardo Casanueva, Francisco Alvear, Estanislao Abarca y Alejandro Vega, cuando el libro comienza a ser más que interesante para los santanderinos. Un prosa amena y cargada de anécdotas de un siglo de conciertos, desde aquella Sociedad Filarmónica al Festival Internacional de Santander; un curiosísimo relato también fotográfico de todos aquellos que ensayaban e incluso algunos vivían en “La Gaviota”, la casa de mis abuelos: Jacques Thibaud, Gaspar Cassadó, Claudio Arrau, Walter Gieseking, José Cubiles, Joaquín Rodrigo, Regino Sainz de la Maza, Karl Hammer, Yehudi Menuhin, Alicia de Larrocha, Arturo Rubinstein, Nikita Magaloff…. y un interminable etcétera de nombres y recuerdos de los más importantes intérpretes internacionales de la música clásica.

Todo esto está muy bien, y el libro es mucho más que entretenido, pero a mi lo que me ha conmovido es algo que obviamente conocía de sobra, pero verlo impreso impresiona: que mi abuelo, que lo tenía todo en la vida, se empeñara –gratis et amore- en traer a su ciudad natal lo mejor de la música clásica; se esforzara con tres amigos por elevar el nivel musical y cultural de su ciudad para que el mayor número de gente posible pudiera crecer y cultivarse. Por amor a la música y a su ciudad, abriendo su casa y cediendo su “Steinway & sons” a la Porticada. No eran unos “representantes” –hoy en día a veces casi pienso que ojalá lo hubieran sido…-, quizás podían haberse recorrido el mundo de concierto en concierto, pero lo que quisieron hacer fue traer el mundo a Santander, y con un agujero en el bolsillo... Así nacen muchas veces las cosas, aunque la gente no lo sepa. Y aunque hoy sólo nos quede el recuerdo.

El libro casi podría ser también un  siglo condensado de crónica social, y aquí lo que me parece más curioso -comparándolas con muchas de las publicadas en la actualidad- son las crónicas periodísticas hechas hasta más o menos finales de los sesenta del siglo pasado, porque reflejan críticas musicales, gente sensible de cualquier condición, culta, que realmente acudía a cada concierto a disfrutar y elevarse un poquito; a partir de los setenta más o menos la cosa va cambiando, y hoy en día se muestra descarnadamente en muchos el omnia vanitas, ir a ser visto, modelitos… una sociedad en descomposición.

Un repaso por la historia de una ciudad, desde la música y con elementos relevantes y unificadores como también la literatura, la pintura y todos los personajes importantes que pasaron por un lugar emblemático “los Escolapios de Villacarriedo”. Entre éstos último aparece mi abuelo materno, Enrique Pérez-Llantada, otro personaje inusual porque fue un auténtico médico por vocación que iba a visitar a muchos pacientes con las medicinas o algo más, que no colaba en su consulta a un poderoso si había un humilde esperando, aferrado a su fe y su familia. Y justo la semana pasada supe de alguien conocido, también médico de un cierto prestigio, con su plaza asegurada, pensando en irse a ejercer a Dubai simplemente por el dinero; quizás con la que cae ahora, para un médico vocacional –y además con un futuro asegurado- sea éste el momento de permanecer aquí precisamente para tantos que no tendrán cómo, ni dónde ni con quién. Signo también de una sociedad enrarecida.

Pero no quiero terminar con tristeza, sino agradeciendo a mi tío Javier haber escrito este libro, no porque conserva una pequeña parte la historia familiar, sino porque muestra –aunque quizás no lo pretendiera- que lo realmente importante, no es de dónde venimos, sino lo que hacemos por los demás mientras scalamos.

2 comentarios:

  1. Querido Enrique:
    En cuanto lo veo lo compraré, será un placer leerlo y descubrir cosas (muchas conocidas) ya olvidadas. Me gusta tu blog, te felicito y me ha encantado el pequeño reconocimiento a alguien que nos marcó y mucho a todos nosotros, nuestro abuelo Enrique.
    Un fuerte abrazo.

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    1. Gracias Javier, me alegra saber que te gusta el blog!! El libro lo encuentras en Estudio.

      Abrazos

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