Scala News

martes, 15 de mayo de 2012

La grandeza de lo pequeño


No me lo puedo callar. Hoy he visto a un enorme misionero, no por su dilatada experiencia, que también, porque sus ojos en la homilía reflejaban precisamente el corazón de un misionero enorme. Unos ojos vivos, que muestran a diario la inteligencia y cercanía de un hombre entregado; unos ojos que se iban abriendo con cada palabra, engrandeciendo lo sencillo. Porque eso es lo que Juan Antonio nos ha mostrado hoy, la grandeza de la sencillez. Le he visto feliz.

Todos sabemos, con mayor o menor profundidad, quién es San Isidro Labrador, el Patrón de Madrid. Pero la homilía de esta mañana en la misa de 11 en PS, nos ha acercado con claridad, sencillez y entusiasmo, la grandeza incomparable de lo humilde, de lo sencillo en la vida de este labrador que ni sabía leer, pero que “leía a Dios en el Universo”. Quizás por la vida del Santo, por quién era el Santo, el sacerdote y misionero se ha crecido desde lo pequeño, como de puntillas, casi sin pretenderlo transmitiéndonos a los feligreses la santidad en la humildad, en la sencillez. Gracias, porque hoy me ha hecho entender y vibrar; su propia discreción se ha hecho enorme. Y esa grandeza a cada palabra a cada palabra abría más y más los ojos de un hombre que entrega su vida misionando, y la luz de los ojos de ese hombre acabó iluminando el templo.

La santidad paso a paso, consecuencia de una Vida sembrando Vida. Sea cual sea el origen de cada uno; es una opción vengamos de donde vengamos. No es el origen, es el paso diario, es el final, lo que nos hayamos entregado. Tenemos un ejemplo bien explícito. El mismo día en el que se proclamó la Santidad de Isidro, de un hombre de origen humilde, fue proclamada Santa una “niña bien” de Ávila (Teresa de Cepeda y Ahumada), el otrora militar Íñigo López de Recalde (Ignacio de Loyola) y el aristócrata Francisco de Jaso y Azpilicueta (Francisco Javier). Distintos orígenes en el mundo, aunque uno común: el Amor de Dios. Los cuatro eligieron a Cristo. Todo es cuestión de elección porque “nuestra” vida no es sólo para nosotros, es para darla; tempus fugit. Y hoy, un magnífico Redentorista, nos ha mostrado que se puede hacer con discreción y desde lo pequeño.

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