Scala News

sábado, 10 de mayo de 2014

A la luz de mi conciencia

Cuestión de conciencia, de la mía y, por lo tanto, lo que expreso en estas líneas no es más que una opinión meramente personal e individual.

Estamos de nuevo inmersos en la pesadez necesaria de una nueva campaña electoral y, a la hora de discernir con claridad la emisión de mi voto, a mí, que soy un tipo de lo más peculiar, me pesa la conciencia.

Por mucho que se traten de elecciones al Parlamento Europeo, y nos parezca a priori lejano, son realmente importantes porque, entre otras cosas, aquello sobre lo que no tienen potestad de legislar hoy quizás la tengan mañana; la vida, por ejemplo. Y, en el tema de la vida, mi conciencia me impide otorgar mi voto a ningún partido que no la proteja como un derecho irrenunciable desde el momento de la concepción; a ninguno. El nasciturus. Como no admito la eliminación de la vida fuera del seno materno. Aquí no me sirven aplicaciones de la teoría del mal menor; no me sirven descartes ni antes de nacer ni en la ancianidad o en la enfermedad. La Vida le pesa a mi conciencia.

Tampoco me permite mi conciencia apoyar a quienes eliminan la dignidad de los más débiles, ningunean a los más débiles, porque los más débiles son quienes más han de ser protegidos por la sociedad y, por lo tanto, por el Estado. Otorgar mi voto a quienes generan la debilidad y la pobreza llevando a todo un país a la ruina, creando demenciales fracturas sociales de manera casi sistemática sería, a la luz de mi conciencia, una indecencia, una irresponsabilidad que clama al cielo.

Fortaleciendo al individuo se fortalece a la sociedad, cuando esto se hace con una visión social individual y global, y el papá Estado ha de velar por su conjunto, es decir, por el individuo y por la sociedad que conforma; velar por la propiedad privada y por una justa distribución de la riqueza. La pobreza le pesa a mi conciencia y clama al cielo. La pobreza interna le pesa tanto a mi conciencia como lo hacen las concertinas. La primacía de la libertad individual debe estar encauzada al bien común. Tampoco puede ir mi voto para quien no contemple así la realidad social de mi país, porque el peso de la Historia y la salvaguardia de las fronteras no tienen por qué estar reñidos con la justicia humana.

Las cosas mejoran, eso es ya innegable. Lo hacen de momento en un plano global, porque la sangría nacional en puestos de trabajo fue tan brutal, sólida y despiadada que el daño ha sido dramático, que los niveles de desigualdad social generados han sido indignos y la pobreza vergonzosa, injusta y cruel. La cosas mejoran y, una vez más, parece que los mismos de siempre nos vuelven a sacar de un desastre indigno. Pero la elección de por dónde recortar, es elección de quien gobierna, y se ha elegido mantener un elefante administrativo y una duplicidad de administraciones, y recortar por abajo aumentando la debilidad de los más débiles. Pesa una vez más mi conciencia.

Para qué hablar de la educación si llevamos décadas de adoctrinamiento en reinos de Taifas; han convertido la Educación en manipulación de la historia, en el opio del pueblo para poder ser manejado. Meter aquí la conciencia sería casi correr el riesgo de acabar esquizofrénico si los políticos, todos, no son capaces de llegar a un pacto ajeno a los colores de cada uno.

La corrupción es tan sangrante por casi todas partes que su existencia clama al cielo y le pesa a mi conciencia.

Votar es importante y, para mí, hacerlo es una cuestión de conciencia. Porque es desde dentro, con un simple papel, como podemos contribuir de una manera pacífica y efectiva a mejorar el presente y el futuro de nuestra sociedad. Alentar a los jóvenes a la política dentro del juego democrático, es alentar también la cultura del esfuerzo. La manera más justa y la única democrática de canalizar la indignación, el descontento o el aplauso, también la de los jóvenes, sean cuales sean sus ideas, es a través de la urnas.

No seguiré poniendo ejemplos porque, lamentablemente, podría eternizarme. Votar en conciencia es vivir en armonía con la propia conciencia. Ahora me queda, a la luz de mi conciencia, ver si de la baraja de los partidos me queda alguna carta con la que poder jugar. Y creo que sí.

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