Scala News

miércoles, 18 de julio de 2012

Gracias por la invitación


Esta tarde alguien cercano y querido me ha reiterado una invitación para toda la familia; la he acogido con alegría, y aunque el corazón me impulsara a gritar (que no decir) que sí, ha sido la cabeza la que me ha aconsejado verbalizar lo contrario. Aquel que busca y no encuentra es pronto a la desazón y a la frustración, como es pronto al halago una vez aprehendido aquello que procura. El que sin buscar halla, descubre ante sí un Tesoro presentado en formas y con expresiones y actitudes concretas, y, abandonado el desconcierto inicial, vencidos los miedos, se reconoce enamorado por esa Verdad y bucea con avidez insistente entre el presente activo y el corazón de un anciano fallecido hace casi 225 años, simplemente vive gozoso un cambio imparable en su Vida. De una fuerza centrípeta a una explosión centrífuga en su entorno. Una realidad que impele el consciente y el inconsciente, que deriva en pasión consciente, que hace huir de la pasividad. Una variación tan radical que produce una valoración nueva de la realidad, de la propia realidad. Algo que transforma al individuo y, a la vez, su entorno inmediato. Si además esa dicha es compartida, esa transformación es compartida, el gozo es de una familia; sí, de nosotros cuatro.

De buena gana habría gritado que sí. Pero la sensatez me ha llevado a decir que no; que no ahora. No era el momento; es el momento de los jóvenes y, aunque sé que puede no parecerlo, no me gusta perturbar el flujo natural. Ese es exclusivamente el motivo. No otro. Ni siquiera la abismal diferencia entre ser y estar. Ser implica compromiso y re-cognoscere; ser, cuando connota de manera evidente una suerte de immanere lleva inherente una misma y común esencia; immanere que presupongo en acogida, ni exclusivo, ni excluyente, ni cerrado y, por lo tanto, abierto al incontenible futuro. Cuando simplemente estás –o eres porque estás- se evidencia la posibilidad real de temporalidad, transitoriedad o abandono, y el Amor no pasa nunca; quizás aceptable para quien albergue intenciones de mera efectividad inmediata, que sin duda pueden ser loables cuando son sanas y tienden ad bonum commune en una causa concreta, delimitada y específica. Porque si hay tantas maneras de llegar a Dios como seres humanos, en el mundo unos se ven siguiendo Sus pasos y, de ellos, algunos sentimos la gozosa necesidad de hacerlo por una vereda determinada (Apostolicam actuositatem http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_decree_19651118_apostolicam-actuositatem_sp.html); y hacerlo plenamente por el irreflenable attirer francés, no por el "es a tí a quien empujan" de Mefistófeles en el Fausto de Goethe.

Es una espina clavada, como la de la frente de esa Santa Rita que el pasado fin de semana veló el sueño de un joven amigo común en Cabezón de la Sal y que sí estará allí, porque es su momento.

De buena gana te habría dicho que sí; lo sabes. “Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo”. "¡Deseas volar y no te ves libre del vértigo!", decía Goethe, pero es que éste no se vence sino cuando llegas a lo alto.

No sabes cuánto, cuánto, te lo he agradecido.

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